Neuromarketing: ¿Se puede percibir una misma sensación con varios sentidos?

Manos tocándose en fondo negro y blanco

La sinestesia es la percepción de una misma sensación a través de varios sentidos y es un fenómeno involuntario. La ciencia aún no tiene una respuesta concluyente sobre por qué sucede.

Algunas personas, como el que esto escribe, poseemos la capacidad de ver colores y formas geométricas cuando escuchamos música con los ojos cerrados; o relacionamos los días de la semana y los números con algún color en particular. Por ejemplo, el número cinco, para mí, posee un tono entre amarillo y dorado que, desde mi niñez (tal vez cuando empecé a ser consciente de ello), nunca ha cambiado su aspecto. El número cuatro, por otro lado, lo percibo con un tono azul oscuro, marino.

De hecho, cada número que visualizo en mi mente tiene una representación cromática específica y, cuando imagino números de más de una cifra, cada uno de ellos posee un color determinado, por lo cual a veces me resulta difícil realizar operaciones básicas de suma y resta con números grandes. Con la música, especialmente con la denominada clásica o académica (quizá porque es instrumental y no me distraen las voces), en mi cerebro se agolpan imágenes geométricas de diferentes colores que cambian su forma y su color en función del ritmo, el tono y el gran abanico de notas musicales que existen.


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En el caso de los días de la semana, el martes es verde oscuro y el lunes amarillo claro, etc.

Más allá de lo anecdótico, los científicos han acuñado un término para describir este inusual fenómeno. Se llama sinestesia y puede ser definida como “la capacidad poco común que poseen algunas personas de experimentar sensaciones de una modalidad sensorial particular a partir de estímulos de otra modalidad distinta” (www.ugr.es).  Ello significa que un estímulo determinado, por ejemplo, escuchar música, puede activar otro estímulo que aparentemente no estaría relacionado, como visualizar determinados colores y formas geométricas en función de los tonos musicales que se perciben. Además, la sinestesia es involuntaria. Es decir, no tiene que ser pensada ni provocada racionalmente para que suceda.

El primer caso documentado de sinestesia fue dado a conocer por el médico alemán George Tobias Ludwig Sachs, quien en 1812 y en latín, publicó una disertación médica concerniente a su albinismo, pero, también, sobre sus capacidades sinestésicas. A pesar de sus esfuerzos por ser tomado en cuenta, el trabajo de Sachs fue rechazado por la comunidad científica de la época y, por esta razón, nunca consiguió titularse.

Sin embargo, al menos a partir de mediados del siglo XX, los médicos y neurocientíficos comenzaron a tomar con mayor seriedad este fenómeno. Por ejemplo, de acuerdo con PubMed, una amplia base de datos de internet respaldada por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, la primera publicación que dicha base de datos posee sobre sinestesia se remonta, apenas, al 12 de diciembre de 1947 y lleva por título “Sensory perception through vision, a synesthesia; report of case, (Percepción sensorial a través de la visión, sinestesia; reporte de caso). Sin embargo, si se realiza una búsqueda más amplia, que abarque todas las fechas desde 1947 hasta el día de hoy, se encontrarán más de ochocientos artículos científicos que mencionan el tema.

Aunque no se puede saber con total certeza cuál es el número de sinestésicos que hay en el mundo, un estudio realizado en Reino Unido en 2006 apunta a que el porcentaje de personas con esta capacidad oscilaría entre el 1% y el 6%. Además, es difícil obtener una cifra exacta debido a que hay alrededor de ochenta tipos de sinestesia. La más común es la de grafema-color, la cual se caracteriza porque las personas relacionan números, y hasta ecuaciones, con colores.

El caso más notable de este tipo de sinestesia es el del físico estadounidense ganador del Premio Nobel, Richard Feynman (1918-1988), quien escribió en su autobiografía, ¿Qué te importa lo que piensen los demás?, que “cuando veo ecuaciones, veo letras en colores, no se por qué […] Y me pregunto cómo diablos debe ser para los estudiantes”.

Con estas palabras, Feynman parece dar por sentado que la mayoría de las personas que conocía eran sinestésicas como él, inclusive sus estudiantes. Sin embargo, uno es consciente de su propia sinestesia únicamente cuando racionaliza el fenómeno y comienza a interrogar a los demás sobre si perciben la realidad de la misma manera en la que uno la percibe. Evidentemente, la mayoría no la percibe así y al parecer Feynman nunca se percató de ello.

Otros personajes que, se dice, tuvieron sinestesia, fueron los escritores Marcel Proust, Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud; los compositores Richard Wagner y Franz Liszt; y el pintor Vasili Kandinsky.

Por otra parte, además de la sinestesia del tipo grafema-color, existen otras combinaciones. Por ejemplo, la de sonido-tacto. Ésta última se hace patente cuando determinados sonidos provocan sensaciones táctiles; o aquella relacionada con el olor-visión, donde olores específicos generan y evocan determinadas imágenes mentales.

Pero ¿cuál es el verdadero origen de la sinestesia? ¿Posee un componente genético? ¿O tendrá que ver más bien con cómo están organizadas las neuronas en el cerebro?

Al respecto existe un acalorado debate entre neurocientíficos. Así, algunos señalan que la sinestesia es producto de una alteración en el proceso de maduración cerebral, el cual está relacionado con cómo las neuronas del cerebro del feto se conectan desde que éste último se encuentra en el vientre de la madre y hasta el nacimiento. Otros, en cambio, afirman que la mayoría de los seres humanos somos sinestésicos desde el nacimiento y hasta nuestra infancia, pero perdemos dicha capacidad en la medida en que algunas conexiones entre nuestras neuronas se inhiben y, por lo tanto, los canales de procesamiento de información del cerebro se separan.  

Respecto a esto último, no está todavía muy claro por qué razón, conforme nos hacemos mayores, las conexiones neuronales se inhiben y dejamos de percibir la realidad a través de esa complejidad de percepción que otorga la sinestesia. Tampoco se comprende del todo por qué solamente un escaso número de personas llegamos a ser sinestésicos en la edad adulta.

Ahora bien: en 2018, investigadores de la Universidad Max Planck de Psicolingüística, publicaron una investigación en la que afirman haber descubierto las primeras claves genéticas de la sinestesia, luego de hallar que la formación de los axones neuronales podría estar relacionados con el desarrollo de esta capacidad.

Los axones son prolongaciones de las neuronas y están encargadas de conducir los impulsos nerviosos desde el cuerpo de una determinada neurona hacia otra. Para llegar a esta conclusión, los científicos analizaron el exoma de tres familias. Este último es una pequeña porción del ADN del genoma, el cual resulta fundamental para la producción de proteínas, las cuales generan y regulan un gran número de procesos que tienen lugar en nuestro organismo.

Lo más interesante es que muchos de los miembros de estas familias, inclusive de varias generaciones, tenían la habilidad de percibir colores mientras escuchaban sonidos, por lo cual los investigadores se percataron de que ciertas variantes en su exoma, variantes raras, por cierto, determinaban cómo algunos genes contribuían a la formación de axones. Y, si los axones determinan cómo están interconectadas las neuronas, entonces el componente genético en la sinestesia sería evidente.

Aún faltan muchas investigaciones por hacer y otro puñado de interrogantes por responder, pero es evidente que cada ser humano percibe el mundo de manera distinta. Y en esta diferencia se construye, justamente, la riqueza no solamente de nuestra especie, sino de nuestra propia individualidad.

Nos lleva a preguntarnos, además, si es la realidad la que construye y determina al sujeto o si es éste el que construye y determina la realidad.

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