Neuromarketing: ¿Por qué tu cerebro prefiere ciertos olores?

olor, oler

Si tuvieras un temporizador que inundara tu casa de olor a café a las 7 de la mañana, ¿no saldrías de la cama de un salto? Generar emociones, esa es la poderosa particularidad del olfato, el más peculiar de los sentidos, quizá por ser el único de todos que no pasa por el filtro del tálamo.

Mucho se ha hablado de los perfumes y la personalidad, de qué notas se adaptan mejor a ti, cuáles te van según tu signo del zodiaco, qué tipo de aroma le encaja mejor a tu personalidad… Pero esta vez hemos querido dar un paso más y adentrarnos en el terreno de nuestro cerebro, uno de los desconocidos más apasionantes. ¿Sabemos por qué hay notas que nos hacen vibrar y otras que no soportamos?


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Dicen los expertos que esta ecuación también sirve para las personas, que cuando alguien te encaja, lo sientes. Mucho antes de que sepas por qué, tu olfato ya ha hecho su trabajo (es un sentido inmediato, mucho más rápido que la vista o el oído). Hay teorías que afirman que tiene que ver con la memoria olfativa, pero no todo va de recuerdos, incluso aunque sean subconscientes…

¿Qué hace universal a un aroma?

Y es que los perfumes sirven para mucho más que para decorar tu baño o emular a celebs como Blanca Suárez copiando su fragancia favorita. Todas nos hemos preguntado alguna vez qué es lo que hace a una fragancia convertirse en un best seller que gusta a (casi) todo el mundo por igual. Puede que haya notas universales que enamoran a todas las pituitarias o que lleven notas muy genéricas, el caso es que algunos perfumes lo petan cuando llega la Navidad. Ahora, lo último es el layering, mezclar fragancias personalizando tu olor hasta el infinito.

El caso es que, según los expertos, al cerebro le gustan las cosas y eventos que se pueden predecir, necesita controlar el entorno y, aunque no nos demos cuenta, él se pasa el día haciendo cálculos probabilísticos por pura supervivencia, afirma Álvaro Ruiz-García, neurocientífico e investigador en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia). «En cuanto a los gustos y preferencias por unas notas u otras, hay una base genética, pero el 50% son adquiridos; el entorno nos moldea, y mucho«, dice Ruiz-García. ¿Y qué quiere esto decir? «Que aunque hay aromas de gusto adquirido, los reforzadores sociales son muy potentes», prosigue el experto.

¿Y si todo es genética?

Daniel Figuero, embajador de Fragancias Dior y autor del libro Contraperfume, de la editorial Supeflua, está de acuerdo en que, además de memoria olfativa (asociamos momentos a aromas), hay mucho de genética en el hecho de que prefieras unas notas a otra, y habla de los tres aspectos que influyen en que nos guste un aroma o no:

  1. El contexto en el que se despliega una molécula. «No es igual, por ejemplo, el aroma a rosa en una perfumería que en una agencia de viajes, ni se percibe igual el olor a queso en una tienda de alimentación que en el vestuario de un gimnasio«, señala Figuero.
  2. El cambio de la percepción a causa de un cambio de emoción. «No hueles igual a tu pareja en los primeros meses de relación que con el paso de los años. Como la emoción ha cambiado, así hace también la percepción del aroma», recuerda.
  3. La fisiología y su evolución. La mucosa nasal sufre cambios que están ligados al estrés, por ejemplo, a la edad e incluso a cambios posturales.

Las hormonas también juegan su papel

José Sánchez, neurocientífico, mentor, analista del comportamiento humano y director del Instituto de Neurocomportamiento, explica cómo «una fragancia es capaz de entrar directamente, casi sin filtros, a áreas de memoria como el hipocampo, a zonas de intensidad emocional como la amígdala, o a recovecos como la corteza orbitofrontal, (un espacio muy de regulación que ayuda a la inhibición del comportamiento asocial). El olfato entra ahí y activa muchas zonas de memoria, por eso es un gran evocador de recuerdos», explica el experto. Tatu Cutillas, especialista en neurocosmética y creadora de NSF (Neuro Skin Feeds), comenta que «el cerebro va archivando todo tipo de olores desde que somos pequeños, y lo hacemos indistintamente, en este sentido somos más sofisticados que los animales, muchas veces no nos damos cuenta de que percibimos un olor. Y nuestras preferencias en muchas ocasiones tienen que ver con las hormonas: un desequilibrio o deficiencia hormonal nos va a llevar, por ejemplo, a rechazar ciertos aromas (la prueba está en lo que ocurre en el embarazo). El grado de estrés también puede afectar«, reconoce.

Es muy interesante saber que existe una conexión del olfato con una zona del cerebro que se llama ínsula. Esa corteza insular está muy vinculada con las sensaciones del cuerpo y también con impresiones como de rechazo o asco. Si yo huelo un alimento que está en mal estado (es un sentido muy primitivo), me puede generar una sensación de vómito o rechazo porque me puedo envenenar. Cuando algo huele a no armónico, las sensaciones viscerales que nos provoca son de rechazo. «Y esta es una reacción muy de las entrañas», remata Sánchez. ¿Podría ser esa la clave de que haya días que prefiramos unos perfumes a otros? Creemos que tiene que ver con el estado de ánimo, pero podría ser todo una cuestión de química o de hormonas…

Y por favor, vayas a donde vayas para encontrar el perfume de tus sueños, recuerda dejar de hacer eso que tanto nos gusta: pulverizar en la muñeca y frotarla contra la otra. Con ese gesto, las moléculas del perfume se corrompen. Muñeca, sí; frotar, no. De nada.

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