Neuromarketing: la impaciencia cognitiva

 

En la actual era digital, los requerimientos de nuestro entorno suelen exigir que pasemos rápidamente de tarea en tarea sin llegar casi nunca a completar ninguna. Esto deriva en la impaciencia cognitiva, que es una capacidad empobrecida para mantener la atención focalizada en una única tarea. Probablemente esta realidad no te sea ajena.

Esta era es una era digital, y esa es una realidad difícilmente escapable. Para los nacidos ya en el seno de las nuevas tecnologías, vivir en un mundo repleto de artilugios tecnológicos es el orden natural de las cosas; para los nacidos antes de semejante irrupción, la realidad se convirtió casi, de repente, en un mar de datos y conectividad. Ahora bien, muchos nativos de esta era digital presentan, como se está comprobando, una marcada impaciencia cognitiva.

Y es que cuando la manera de relacionarse con los demás, con el mundo circundante, e incluso la forma de aprender en el aula y de disfrutar de recursos de ocio implican el empleo de dispositivos digitales, el cerebro -con su enorme potencial adaptativo– se reorganiza para resultar lo más eficiente posible en este medio externo tan veloz y sobrecargado.

El uso de estos dispositivos, que presentan enormes cantidades de información cambiante en cortos periodos de tiempo -como puede ser chatear mediante aplicaciones móviles o jugar a videojuegos-, exigen que la persona cambie su foco atencional, rápida y certeramente, entre diferentes estímulos que no solo son altamente dinámicos, sino que en muchas ocasiones se presentan en simultáneo. 

El resultado final de la exposición continuada a estos entornos digitales, rebosantes de información, interconectividad y simultaneidad, puede producir cambios en las dinámicas cognitivas de las personas derivando en la impaciencia cognitiva. Esta se caracteriza por una acusada disminución en la capacidad de mantenerse concentrado, en una sola tarea, durante un lago periodo de tiempo.

Carecer de la suficiente habilidad para fijar la atención en una única tarea o actividad, de principio a fin, e inhibiendo otros estímulos o distractores externos para culminar dicha actividad, puede resultar en dificultades para la realización de tareas antaño tan normales y extendidas como leer un libro o escuchar, con atención y comprensivamente, lo que nuestro interlocutor nos está contando.

Mujer con varios dispositivos electrónicos

¿Qué tiene de malo la impaciencia cognitiva?

Fue el profesor universitario de literatura Mark Edmunson quien acuñó el término impaciencia cognitiva para referirse a este fenómeno. De hecho, cuando Edmunson observó una caída drástica en el número de matriculados en asignaturas de literatura clásica, rápidamente dedujo que, en la actualidad, no son demasiados los jóvenes capaces de concentrarse en la lectura de textos densos y largos que superen la longitud y la complejidad de las informaciones típicas de Internet.

El entorno online, las aplicaciones móviles, los medios de comunicación, las redes sociales… Todo ello nos bombardea con información rápida, sobrecargada de estímulos visuales y auditivos, carente de profundidad conceptual y nos lleva a experimentar la necesidad de abandonar la tarea en curso para pasar a otra que se nos presenta como más interesante o atractiva que la anterior.

De este modo, resulta relativamente sencillo acostumbrarse a que, para recibir nuestra atención, un determinado dato o información nos deba llamar poderosamente a sus fuertes rasgos de saliencia y al grado de atractivo con el que es mostrado.

«La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte».

-Kant-

Así, de manera espontánea y automotivada, mantener la atención sostenida sobre un mismo estímulo durante periodos extensos de tiempo se vuelve difícil. Así, en ausencia de indicadores externos que determinen a qué debemos atender, con cuánta intensidad y durante cuánto tiempo, concentrarse en tareas relativamente ‘aburridas’ parece estar dejando de ser una capacidad propia y controlable.

La paciencia requerida para escuchar con atención una conversación hasta el final, para seguir un hilo argumental o para escribir un texto extenso está crecientemente brillando por su ausencia, especialmente en estudiantes jóvenes.

Algunos de los perjuicios que pueden asociarse a este fenómenocontemporáneo son los siguientes:

  • Sin la suficiente atención puede disminuir nuestra capacidad para el pensamiento libre y la toma autónoma de decisiones.
  • La tranquilidad es necesaria para la concentración y la reflexión; mientras que la constante interrupción del silencio y la calma que sobre nosotros ejercen las nuevas tecnologías es incompatible con esta tranquilidad.
  • Al ser víctima de la impaciencia cognitiva, resulta más complicado comprender ideas complejas.
  • La retención de información en la memoria puede también verse afectada si este tipo de impaciencia no permite el necesario ejercicio de la atención como paso previo a la memorización.

Hombre trabajando agobiado

Conclusión

Sufrir la erosión de la capacidad de atender de forma focalizada y sostenida y confiar en el grado de emocionalidad que una información despierta en nosotros para atenderla o no, puede convertirnos en siervos de nuestras emociones para la captación o la ignorancia de la información del mundoque nos rodea.

Atendiendo solo a lo que nos despierta potentes emociones y dejar de atender a ello porque al instante aparece otro estímulo aún más emocionalmente impactante, nos podría convertir en seres altamente maleables, susceptibles de que mediante el manejo externo de nuestras emociones se controle qué atendemos y por tanto cómo pensamos. 

Este fenómeno de impaciencia cognitiva, que para algunos autores está suponiendo una verdadera cruzada para la cognición humana, debería quizá despertarnos la suficiente preocupación como para explicar a nuestros hijos y nietos que es hora de dejar de mirar a la pantalla de sus móviles y de coger ese taco de páginas encuadernadas que conocemos como libro.

 

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