Neuromarketing: La comida basura afecta al desarrollo cerebral de los jóvenes

La adolescencia es una etapa difícil para los padres. Los hijos están madurando y con ese punto de rebeldía que hace, en ocasiones, que las relaciones con ellos sean complicadas.

Un nuevo estudio de la University of Western Ontario (Canadá) advierte de otro gran peligro: la comida basura. Según los investigadores de este centro educativo, la adolescencia es un período de «doble susceptibilidad», pues mientras que los cerebros adolescentes todavía están desarrollando su capacidad de tomar decisiones, la restricción limitada y el mayor sistema de recompensas que les otorga este órgano les hace más propensos a comer mal, lo que a su vez puede derivar en cambios negativos en el cerebro. Es por eso que los científicos hacen hincapié en la importancia de cambiar los comportamientos y ayudar a los adolescentes a crear hábitos saludables desde el principio para minimizar estos cambios.


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«Los adolescentes son más propensos a comer alimentos ricos en calorías y con alto contenido de azúcar porque carecen del control para regularlo», señala a Neuroscience News Cassandra Lowe, una estudiante de postdoctorado de la University of Western Ontario. «Su cerebro todavía está madurando por lo que son más sensibles a las propiedades gratificantes de estos alimentos. Pero, al mismo tiempo, carecen de los mecanismos de control para evitar comer comida basura».

Difícil resistirse

Según los expertos, durante la adolescencia, la corteza prefrontal, que se encarga de la autorregulación, la toma de decisiones y la búsqueda de recompensas, se está desarrollando, lo que dificulta que los adolescentes se resistan a los alimentos poco saludables. Hasta que esta zona del cerebro madura, los adolescentes son más propensos a participar en actividades impulsivas y de búsqueda de recompensas.

«Si un comportamiento es gratificante (comer comida basura), la dopamina nos hace querer llevar a cabo ese comportamiento de nuevo»

«Es la parte del cerebro que es crítica para la regulación del comportamiento; es el gerente del cerebro», añade Amy Reichelt, también de la universidad canadiense. «El cerebro adolescente tiene una triple vulnerabilidad: un mayor impulso de recompensas, menores capacidades de autorregulación y susceptibilidad de ser cambiado por factores ambientales, como la comida basura».

Y el abuso de la misma puede tener consecuencias graves en el cerebro. Con el tiempo, el consumo excesivo de alimentos muy calóricos puede conducir a cambios en la estructura y función de la corteza prefrontal, como alteraciones en la señalización de la dopamina y la inhibición. La dopamina se libera cuando se activa el sistema de recompensa del cerebro, ante recompensas naturales, como la interacción social, así como comiendo alimentos ricos en calorías.

«Si un comportamiento es gratificante, la dopamina nos hace querer llevar a cabo ese comportamiento de nuevo», agrega Reichelt. «Los adolescentes tienen un mayor número de receptores de dopamina en el cerebro, por lo que cuando experimentan algo gratificante, esa experiencia de recompensa y cómo el cerebro la procesa se incremente en comparación con la de un adulto».

A medida que los adolescentes sobreestimulan sus sistemas de recompensa, estas dietas poco saludables pueden resultar en un mal control cognitivo y una mayor impulsividad a medida que pasan a la edad adulta. Esto demuestra la importancia de cambiar los comportamientos y ayudar a los adolescentes a formar hábitos saludables desde el principio para minimizar los cambios en el cerebro.

Mal control cognitivo e impulsividad

«Una vía que tenemos que investigar es el uso del ejercicio como una forma de regular los cambios en el cerebro que pueden ayudarnos a tomar mejores decisiones dietéticas», explica Lowe. «Hay evidencias de que el ejercicio puede ayudar a mejorar el cerebro en términos de control cognitivo, pero también reducir la sensibilidad de recompensa a alimentos no saludables».

«Los adolescentes no quieren que se les diga qué hacer, quieren poder tomar sus propias decisiones informadas», concluye Reichelt. «Si les proporcionas información fácilmente comprensible sobre cómo su dieta está afectando a su cerebro, mientras que les proporcionas otros comportamientos alternativos, eso les ayudará a mantener prácticas de estilo de vida saludable a largo plazo».

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