Neuromarketing: El «diccionario visual» del cerebro

cerebro encima de una mano - neuromarketing

Antes de abordar la lectura, responde al siguiente cuestionario de hábitos lectores:

¿Cuántos libros lees al año?

  • Al menos uno al mes
  • Al menos uno al trimestre.
  • Al menos uno cada medio año
  • Al menos uno al año
  • Menos de uno al año
¿Con qué frecuencia lees reportajes, artículos periodísticos o de investigación y similares?


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  • Todos los días
  • A menudo
  • A veces
  • Casi nunca

La consulta previa viene a colación de un estudio recientemente publicado que postula que el cerebro posee una especie de diccionario visual cuyo funcionamiento explicaría la facilidad que los humanos exhibimos para leer de forma rápida y fluida. En concreto, los autores de la investigación han identificado una región del lóbulo temporal que ejerce dicha función y nos permite distinguir y anticipar si la siguientes palabras son conocidas o si, por el contrario es un término desconocido o, directamente, un ‘palabro’ inventado o mal escrito.

Según señalan, conforme leemos esta región del cerebro se dedica a comparar las cadenas de letras que vienen inmediatamente a continuación con las palabras (y las estructuras o patrones silábicos) de las palabras conocidas y archivadas en nuestra memoria. La identificación positiva de las mismas es lo que nos permite leer de forma fluida. Esto supone que, cuando dicha identificación no es posible, el cerebro ralentiza la lectura para detenernos en ese término a fin de intentar elucidar su significado.

De ser realmente así, entonces y tal y como inciden los autores del estudio, nuestra capacidad para leer de forma rápida y fluida depende directamente del vocabulario previamente adquirido, que será tanto mayor cuanto más leamos y hayamos leído –y también cuanto más diversas en temática sean nuestras lecturas-

Del mismo modo, todavía queda por discernir si este diccionario visual solo responde ante palabras completas o, como parece sugerir el estudio, es capaz de identificar patrones y estructuras silábicas poco probables o extrañas. De darse el primer supuesto, entonces es lícito suponer que la dependencia con el vocabulario archivado es mayor que en el segundo supuesto, puesto que la adquisición de nuevo vocabulario y más en concreto de palabras cultas, técnicas o poco habituales en el lenguaje común y coloquial se alcanza con la lectura. En el segundo supuesto, el de operar identificando ‘simplemente’ estructuras silábicas, esta dependencia sería algo menor.

A fin de (comenzar a) comprobar ambas cuestiones se plantea este Experimenten en el que, tras el inicial cuestionario de hábitos lectores, se presentan dos secuencias de letras constituidas por palabras reales poco habituales fusionadas entre sí y entre las que se ha infiltrado –o a lo mejor no- uno o más ‘palabros’ inventados. Intenta identificar y separar todos los términos que integran la secuencia, tanto los reales como los inventados si se da el caso. ¿Lo has conseguido?, ¿cuánto tiempo te has demorado en ello?

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