Neuromarketing: El cerebro cambia de ritmo cuándo gestiona un entorno virtual

Realidad virtual

La realidad virtual inmersiva impulsa cambios en los ritmos cerebrales con relación al funcionamiento del cerebro en el mundo real. Estas variantes harían posible entender la forma en la cual el cerebro construye una imagen del mundo y la manera en la que distingue entre lo real y lo virtual. También podrían facilitar nuevas terapias de realidad virtual para tratar distintos trastornos cognitivos y psicosociales.

Un nuevo estudio desarrollado en la Universidad de California en Los Ángeles ha descubierto que el cerebro responde de manera diferente en entornos inmersivos de realidad virtual que en el mundo real. Esto podría permitir a los científicos comprender cómo el cerebro reúne información sensorial de diferentes fuentes para crear una imagen coherente de la realidad que nos rodea, y cómo diferencia lo virtual de lo real.

Además, podría abrir el camino para el desarrollo de terapias de realidad virtual, aplicables a los trastornos relacionados con el aprendizaje y la memoria como el autismo, el Alzheimer, la epilepsia y la depresión. Estas terapias podrían ser especialmente eficaces al reajustar y estimular los ritmos cerebrales que pierden vigor en estas patologías.


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Las ondas theta son oscilaciones electromagnéticas en un rango específico que pueden detectarse en el cerebro humano a través de un electroencefalograma. Se conoce su importancia en la actividad del hipocampo, un área del cerebro especialmente orientada a impulsar el aprendizaje, la memoria y el reconocimiento del espacio percibido.

Ritmos desfasados

En determinadas patologías, como por ejemplo en las enfermedades neurodegenerativas, el ritmo de las ondas theta se ralentiza y, en consecuencia, los procesos de aprendizaje y memoria se vuelven más complejos, erróneos, confusos y deficitarios. Al mismo tiempo, también se ve afectada la ubicación espacial, como se ve por ejemplo en el Alzheimer.

De acuerdo a una nota de prensa, los investigadores norteamericanos han descubierto mediante experimentos en roedores que la creación de entornos de realidad virtual inmersiva, o sea aquellos que presentan una configuración tridimensional y potencian el realismo de las imágenes, permitiría impulsar las ondas theta y favorecer los procesos cognitivos ligados al aprendizaje y la memoria.

Según las conclusiones del estudio, publicado en la revista Nature Neuroscience, las experiencia multisensoriales gobiernan los ritmos que tienen lugar en el hipocampo, explicando por qué la nueva investigación ha encontrado diferencias en el ritmo de las ondas theta, cuando se experimenta un entorno real y cuando se vivencia otro de realidad virtual inmersiva.

Una nueva armonía

En consecuencia, la realidad virtual se puede utilizar para impulsar o controlar los ritmos cerebrales, como así también para alterar la dinámica neuronal, las interconexiones entre las redes cerebrales y la plasticidad del cerebro, que determina una mayor o menor capacidad para adquirir nuevos aprendizajes.

Además de impulsar a las ondas theta para lograr que armonicen con los ritmos de la dinámica cerebral, de la misma forma que los integrantes de un coro necesitan armonizar a nivel tonal para que el resultado del conjunto sea el esperado, los especialistas hallaron que las experiencias virtuales producen un nuevo tipo de onda, que denominaron «eta».

El ritmo «eta» no se registró únicamente en el entorno virtual. Colocando electrodos en sitios específicos de los cerebros de las ratas, pudieron comprobar que estas ondas también se registran al experimentar el mundo real. Sin embargo, las tecnologías de realidad virtual inmersiva las potencian, al igual que sucede con las ondas theta.

Los especialistas concluyeron que estos descubrimientos permiten pensar en el desarrollo futuro de nuevas terapias basadas en tecnologías de realidad virtual, que permitan coordinar y potenciar los ritmos cerebrales, «amplificando» las ondas theta cuando las mismas han perdido su vigor.

Esto mejoraría el tratamiento de enfermedades que afectan los procesos de aprendizaje y memoria, como por ejemplo el autismo o las patologías neurodegenerativas, y además podrían ser positivas en patologías psicosociales como la depresión.

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