La anosmia neurosensorial y la percepción del universo olfativo

olor, oler

Según publica el portal lamenteesmaravillosa.com Imagina vivir en un mundo sin olores. Las personas con anosmia neurosensorial se enfrentan a una situación compleja, puesto que el sentido del olfato es, como el resto de sentidos, fundamental para la supervivencia. Este sentido químico nos alerta de determinadas amenazas del entorno y también permite que recuerdos emerjan en nuestra memoria.

El sentido del olfato forma parte del «sistema químico neurosensorial» (Guerra, 2016), en el que participan cerca de cincuenta millones de neuronas. Gracias a él, podemos identificar diferentes moléculas y etiquetarlas cognitivamente bajo los nombres que las caracterizan: «huele a caramelo» o «huele a humo».


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El sentido del olfato

Imagínate vivir en un mundo en el que las personas carezcan de la capacidad para reconocer que existe un incendio por medio del olfato. Este sentido, el olfato, además de proveernos de experiencias olfativas deliciosas, nos permite sobrevivir a circunstancias potencialmente amenazadoras para la vida. Aparte del ejemplo que hemos puesto, podemos citar otro, como oler un determinado alimento y llegar a la conclusión de que se encuentra en mal estado.

Una vez que nuestra nariz capta las moléculas que desprenden los objetos, las denominadas «moléculas olfativas», los datos sensoriales se transmiten, desde las terminaciones nerviosas nasales a otra región: el bulbo olfatorio. En esta región se localiza un área que recibe el nombre de epitelio olfativo. En él se hallan un conjunto de miles de células responsables de emitir el mensaje del aroma al cerebro.

El vehículo que permite la conexión entre el bulbo olfatorio y la región cerebral donde se etiqueta a la molécula («es chocolate», «huele a queso», «huele a podrido») se denomina tracto olfatorio. Este vehículo sensorial se dirige profusamente a otra estructura, la corteza.

Anatomía de la corteza olfatoria

La corteza olfatoria es el gran centro que dirige la orquesta de los olores. Gracias a él somos capaces de identificar y reconocer qué estamos oliendo en un momento dado. Incluso, nos permite diferenciar entre varios aromas que podemos estar percibiendo al mismo momento. Sus ayudantes en la dirección de esta orquesta son los siguientes:

  • El núcleo olfatorio anterior. Es el ayudante que se encarga de hacer que seamos conscientes del «qué estamos oliendo ahora, en el momento presente». Además, nos brinda la capacidad de diferenciar entre diversos tipos de olores, por ejemplo «huele a dulce» o «huele a flores».
  • El tubérculo olfatorio. Nos permite sentirnos reforzados por las fragancias. Gracias a él, lo dulce nos brinda placer y nos aproximamos a los olores que nos gustan.
  • La corteza piriforme. El rol de esta región es el de brindar apoyo a la estructura anterior con el objetivo de que discriminaremos y etiquetemos las moléculas del olor.
  • El núcleo cortical anterior de la amígdala. Es el ayudante de las emociones en las que el olor deja una intensa impronta. Por ejemplo, si olemos en nuestras inmediaciones humo, se puede activar la emoción del miedo. Esta estructura modula toda la respuesta hormonal y comportamental para que reaccionemos a esta situación y podamos salvarnos. Además, se relaciona mucho con la próxima estructura.
  • La corteza entorrinal. Esta estructura nos ayuda a responder preguntas como: ¿por qué asociamos un determinado olor a una persona? ¿Por qué determinadas fragancias nos producen rechazo? ¿Por qué en las personas con TEPT, ante determinados olores presentes en el momento del trauma, se reavivan y se intensifican sus síntomas postraumáticos? Porque esta estructura es el almacén de la memoria de los olores.

Una de las estructuras a las que estas regiones proyectan su información es la corteza orbitofrontal (COF). Si esta región sufre una lesión, la persona será incapaz de distinguir qué olor está percibiendo.

Una aproximación a la etiología de la anosmia neurosensorial

El término anosmia puede traducirse como privación de la habilidad para oler. Es absoluta, es decir, afecta a toda la habilidad olfativa. En consecuencia, las personas son incapaces de oler nada, a diferencia de lo que ocurría con las lesiones en la corteza orbitofrontal, recientemente expuestas.

Además, las personas con anosmia son propensas a perder también la capacidad para el disfrute de los alimentos, pues estos carecen de sabor. Esta patología recibe el nombre de ageusia. Existen diversos niveles o grados de pérdida olfativa (Chaves-Morillo, 2017):

  • Normosmia o capacidad para oler normal.
  • Hiposmia o capacidad reducida para oler.
  • Hiperosmia o capacidad incrementada para oler.
  • Disosmia o alteración en la percepción normal del olfato. Puede darse, por ejemplo, en el contexto de la esquizofrenia.

Entre los síntomas de la anosmia están los antecedentes psiquiátricos, como por ejemplo los déficits en la memoria a corto plazo (Guerra, 2016). Así como los antecedentes neurológicos, a menudo traumatismos craneales. También podemos mencionar el efecto de determinados agentes víricos, como es el caso de la anosmia producida por el virus del SARS-COV-2.

Causas de la anosmia neurosensorial

Para que la anosmia neurosensorial haga acto de presencia en la vida de las personas, deberán inflamarse o lesionarse alguna o todas las estructuras cerebrales que hemos mencionado con anterioridad. Son múltiples y muy diversos los caminos que pueden llevar a este complejo síndrome. Sin embargo, se han reportado las siguientes causas (Guerra, 2016):

  • Traumatismos en el cráneo.
  • Procesos normales de envejecimiento.
  • Demencia de tipo Alzheimer.
  • Obstrucción de la nariz causada por la infección de un virus.
  • Tumor cerebral.
  • Consumo de medicamentos, como el antipsicótico reserpina.
  • Cirugía.
  • Tratamientos médicos contra el cáncer.
  • Tabaquismo.

De este modo, hablaremos de anosmia neurosensorial de tipo traumático, cuando se deba a un traumatismo; de tipo viral (cuando el agente causante es un virus, como ocurre en el COVID-19), o de tipo idiopático, cuando la anosmia tiene una etiología desconocida. A este respecto, se han desarrollado intervenciones focalizadas en su rehabilitación.

La rehabilitación de este sentido es clave, tanto para la propia seguridad como para el bienestar psicológico. Además de brindarnos la capacidad para detectar situaciones peligrosas, nos permite recordar escenas con base en los olores que podamos percibir.

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