Efectos de la era de los niños «hiperregalados»

regalos navidad

Los niños hiperregalados existen, tanto en la vida real como en la virtual. Son esas criaturas que reciben decenas de obsequios en sus cumpleaños, sus comuniones y, por supuesto, las fechas navideñas. Son esos niños y niñas que en los Chiquiparks se sientan en tronos facilitados por el local y van recibiendo, con ademanes principescos, la ristra de regalos con la que los agasajan amigos y familiares. O esos infantes que el día de Navidad o la mañana de Reyes acaban apabullados y agotados de tanto tener y desempaquetar.

Algunos de ellos —como las hermanas conocidas como las Ratitas— son estrellas del canal infantil de YouTube. Y los videos, en los que se las oye chillar de supuesta emoción ante los muros de paquetes que les ha traído Papá Noel, cuentan con millones de visualizaciones. Los regalos, desmedidos, lucen el logotipo de las marcas que esponsorizan a estos nuevos ídolos infantiles, que han transformado la publicidad de juguetes.


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Hoy los niños reciben más regalos que nunca. En parte, porque cada vez hay menos criaturas: la media en España es de 1,2 hijos por pareja, y las pirámides familiares se han invertido. En consecuencia hay más ancestros que descendientes, y esos ancestros (padres, madres, abuelos, tíos…) se vuelcan en agasajos hacia la prole. Regalar es un acto de afecto y generosidad y, sin duda, un regalo acertado puede dar mucha satisfacción. pero entre consumismo, publicidad y escasez de niños, la receta para el exceso está servida.

“Sí, hoy se regala demasiado, el niño hiperregalado es una realidad”, coincide Núria Casanovas, psicóloga especializada en niños y adolescentes. Para esta experta, formadora y presidenta del consejo social del Col.legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya, este alud de presentes: “Es una muestra más de esta crianza excesiva que hoy impera”, explica. “Pero lo curioso”, añade, “es que se ve normal: no hay pensamiento crítico a la hora de comprar, o cuando se tiene la teoría (se sabe que ‘no hay que pasarse’) aparece ese rol emocional de padre, madre, tío, tía o abuelos y… cuesta tenerla presente”. Y, en consecuencia, se compra en exceso: no somos lo suficientemente conscientes o nos justificamos con frases tipo ‘lo necesita’, ‘es educativo’, ‘pero es que le gusta mucho’ o ‘le hace feliz’.

¿Les hacen felices a los niños tantos regalos? La psicóloga tiene clarísimo que no. “Hay muchos que empiezan a abrir los paquetes y demuestran un placer inmediato pero, al cabo de poco, pasan a otro o ignoran la mayoría… Hay otros que sí, están motivados, pero ya están ansiosos por lo que les traerán el año que viene… Les entra una angustia asociada a la posesión”. Todo ello es una indicación “de que hay demasiados regalos o son regalos desmesurados”. Para empezar a remediarlo, aconseja que los padres “observen a los hijos en estas situaciones y, si ven que no prestan atención ni están motivados, lo recuerden para la siguiente ocasión”.

Otro problema con esta cuestión es que hay muchos niños que no tienen tiempo (ni la calma) para poder disfrutar de sus regalos. Esta periodista nunca olvidará a la madre que le explicó lo mucho que habían jugado sus dos hijas de ocho y diez años durante el confinamiento. “¡Pudieron abrir regalos que tenían de Navidad y de sus cumpleaños!”, comentó, maravillada. Hasta el parón de la pandemia las niñas habían estado tan ocupadas que no habían tenido tiempo para jugar, que (no olvidemos) es un derecho de la infancia reconocido por las Naciones Unidas.

“Es cierto, los niños hoy juegan cada vez menos y no viven el proceso que implica”, coincide Núria Casanovas. “El cerebro, para funcionar bien a nivel emocional, necesita procesos, así que para un enriquecimiento personal con un juguete tendrían que tener una fase de preparación, una de vivencia, otra de recogida y otra de cuidado. Pero si se dispersan porque hay demasiadas cosas o no hay tiempo, todo este aspecto pedagógico de enriquecimiento se pierde. Así que por muchos juegos educativos que regalemos, si regalamos demasiados o no hay espacios para el juego… ¡No sirven de nada!”.

Circulan ciertas reglas sobre cuál es el número indicado de obsequios. Como la de los Cuatro regalos, que aconseja dar: «Algo que deseen mucho, algo que necesiten, algo para leer y algo para ponerse». Sin embargo, como puntualiza Núria Casanovas, es difícil cuantificar esta cuestión: “Siempre me preguntan cuantos regalos hay que dar pero creo que esto depende de cada niño. Y, aunque me gusta la norma de los cuatro, la veo un poco utópica… A veces la teoría sobre lo que sería adecuado está tan alejada de la realidad que muchas familias ya ni entran”, observa.

Para ella, lo fundamental a la hora de regalar es marcarse “un objetivo asequible” en función de las dinámicas y la cultura de cada familia. Y poner límites. Estos empezarían en la redacción de la carta de Reyes. “Recomiendo que, cuando se ayude a hacer la carta, ya se trabaje el tema del exceso: si no se ponen límites en ese momento, y no le traen las veinte cosas que ha pedido, pues será una frustración, creerá que no se ha portado lo suficientemente bien y se arruinarán las Navidades… Es mejor buscar calidad, no cantidad, y pedir menos”. Este punto de partida, señala, ya no crea tanta ansia; esa sensación de «lo quiero todo».

Es importante, añade, no olvidar el tema de la utilidad: “Cuando unos zapatos o un anorak nuevos se convierten en un regalo, se revaloriza el aprecio a las cosas cotidianas que no todo el mundo tiene tan fácilmente”. Los libros son también un buen regalo, así como las experiencias en familia: “Como un fin de semana en la nieve, por ejemplo. Es importante dar valor a cosas por su aspecto práctico, intelectual o de vivencia”.

En definitiva: frente a la avalancha ya normalizada, Casanovas recomienda, sin dudarlo, regalar menos. Y si el aluvión no puede evitarse porque vienen los abuelos con cinco regalos, recomienda dosificarlos: “Guardar algunos y empezar por dos, por ejemplo; que los experimenten y, cuando están más explorados, saco el siguiente… Esto puede hacer que estén estimulados todo el año”. Sin olvidar un cierto ceremonial a la hora de desempaquetar. No debería ser esos “sálvese quien pueda”, salpicados de histeria que se aprecian en los videos de los citadas youtubers, sino un momento más pausado, expectante. Que cada regalo se abra uno por uno y reciba la atención debida.

En esta cuestión los padres han de aplicar el siempre necesario pensamiento crítico “Y saber distinguir entre lo que los hijos desean, lo que va a serles útil y lo que es un capricho”, resume la psicóloga.

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