¿Cómo «vota» el cerebro?

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¿Qué nos explica la NeuroPolítica sobre como funciona nuestro cerebro en la política? ¿Cómo decidimos el voto? ¿En qué medida intervienen las emociones? ¿La genética nos condiciona? ¿Nos pueden persuadir fácilmente? ¿Votamos sólo por intereses?

¿Cómo «vota» el cerebro?. Según publica el portal escoeuniversitas.com Estas preguntas han preocupado siempre a los científicos que tratan de resolverlas mediante las investigaciones tradicionales y recientemente con los estudios basados en la neurociencia.


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En estos avances aparece un nuevo término: Neuropolítica, que relaciona cerebro y política.

Definiríamos a esta disciplina como aquella que se apoya en los estudios de la neurociencia que puedan aplicarse a los campos de la actividad política, es decir: comportamiento de los ciudadanos, partidos políticos, electores, activistas, políticos, líderes etc.

Así es como la neuropolítica nos aclara muchas de estas preguntas sobre cerebro y política.

¿Cómo tomamos las decisiones?

La Neurociencia nos explica que las decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana provienen de una actividad cerebral previa en un gran porcentaje, más del 80%. Estos procesos previos han acumulado una cantidad de información, tanto emocional como racional, de la que no somos conscientes, pero que participa decisivamente cuando tenemos opciones para elegir un producto, servicio, cualquier otra decisión e incluso por quién votar.

También la neurociencia nos dice que al momento de decidir hay actividad cerebral de la corteza prefrontal y parietal antes de hacerse consciente. Esta demora de hasta 10 segundos refleja que nuestro cerebro empieza a preparar la decisión mucho antes de que se produzca.
Otros estudios demuestran que personas que frente a unas elecciones se manifestaban indecisas en realidad ya tenían decidido su voto, aunque de forma no consciente.

Es evidente, en la relación cerebro y política, el enorme peso que tienen los juicios previos instalados en nuestro cerebro pues en ellos nos basamos, de manera no consciente, a la hora de tomar decisiones.
En política esta realidad es crucial porque demuestra la importancia de construir una imagen pública positiva.

Ya lo decía A.Einstein: “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”

Las emociones y el voto

«(…)las emociones tienden a anticiparse para definir las decisiones políticas de las personas, y las emociones positivas liberan el camino para el ingreso de mensajes que confirmen las ideas preconcebidas, mientras que las negativas parecen conducir a la reflexión, aunque no modifiquen el sistema de creencias previas”. Ted Brader, autor de Teoría de la Inteligencia Afectiva.

Este autor, tanto como otros, confirman la importancia de las emociones en las decisiones de voto. De lo contrario ¿Cómo se podría explicar por qué con frecuencia mayorías electorales revalidan candidatos y propuestas que desde un punto de vista totalmente objetivo y racional son claramente perjudiciales? O ¿Por qué datos fiables de logros alcanzados no se traducen en votos? O ¿Por qué conocimiento contrastado y real de irregularidades en gobiernos no son castigados en las urnas?

Aquí tenemos algunos estudios sobre cerebro y política en relación a las emociones.
Objetivamente, durante el gobierno de Bill Clinton, se había reducido el déficit público en un 90%. Sin embargo, según un estudio de Larry M. Bartels, de la Universidad de Princeton, a pesar de este dato tan contundente el 55% de los votantes republicanos aseguró que ¡el déficit se había incrementado!. Para más, al contrario de lo que se podría pensar, la mayor parte de los encuestados correspondía a gente muy bien informada políticamente.

Resulta que nuestro cerebro asimila aquellos datos que confirman lo que ya creemos, lo que tenemos asumido, como un mecanismo de autoprotección y seguridad. Cuando votamos ocurre lo mismo, de tal manera que si la información proporcionada no coincide con nuestra visión política nuestro cerebro la ignora, la modifica o simplemente la da por falsa.
Una vez más se confirma aquello, ya descubierto por la neurociencia de que…

«No somos seres racionales con emociones, sino seres emocionales que razonamos».

Cambio de la decisión de voto

A los que adhieren a un partido o candidato es muy difícil que se les haga cambiar la decisión previa que tengan (consciente o no consciente).

Ya lo han demostraron varios estudios, entre ellos un experimento de persuasión durante las elecciones presidenciales de E.E.U.U. en 1976. En este experimento sólo se logró que poco más del 3% de los electores de afiliación partidista cambiara su voto, a pesar de haberles aplicado una serie de técnicas de persuasión.

En estudios posteriores, también en EEUU, se encontró que republicanos que habían votado a su partido en 1965, solamente el 10% modificó su voto dándoselo a los demócratas en 1980.

En los debates por la presidencia de hecho tampoco hay muchas pruebas de cambio de voto del electorado después de los mismos, a excepción de un caso de estudio como fue el histórico debate entre Nixon y Kennedy.

Estas experiencias demuestran lo importante que es dirigir los mensajes principalmente hacia el segmento de los «indecisos», que son quienes finalmente deciden las elecciones en una gran mayoría de los casos.

¿La genética tiene algo que ver con la orientación política?

El científico Dr.Ryota Kanai, afirma que sí. Sostiene que “(…)aunque las actitudes políticas se asocian comúnmente a causas contextuales, se han identificado influencias biológicas en la orientación y el comportamiento político (…) el fenotipo político puede reflejarse en la estructura del cerebro”.

También confirman esta relación entre cerebro y política otros científicos como John Alford, Carolyn Funk y John Hibbing. Estos científicos hicieron estudios sobre gemelos idénticos en distintas partes del mundo y encontraron que había una muy alta probabilidad de que tuvieran la misma orientación política. Con esto se infiere que, siendo gemelos idénticos, es decir con la misma carga genética, la coincidencia se debería a una configuración similar del cerebro.

No obstante, este estudio muestra también que no somos esclavos de nuestra genética. Hay que tener en cuenta que es una cuestión probabilística. El hecho de que no sea una coincidencia al 100% también explica que el contexto y las condiciones ambientales, de educación, sociales, etc. contribuyen a condicionar las preferencias políticas.

¿Votamos solo motivados por intereses?

Según el científico George Lakoff no votamos guiados sólo por nuestros intereses.

El científico afirma que votamos por aquello con lo que nos identificamos. No es que no nos preocupemos de nuestros intereses, pero es fundamental la percepción de identidad; si esta coincide con nuestros intereses, votaremos por eso.

En resumen

  • La neuropolítica y la neurociencia están marcando los avances sobre el conocimiento de la relación cerebro y política.
  • Al tomar una decisión, cómo la del voto, la influencia de procesos mentales anteriores condiciona el resultado de manera no consciente.
  • Las emociones juegan un papel crucial en la decisión de voto.
  • Cuando tenemos una afiliación política definida es casi imposible hacernos cambiar el voto.
  • La genética nos condiciona sólo en parte, el contexto, las experiencias, el aprendizaje, etc. hacen el resto.
  • Votamos por nuestros intereses pero también por la identificación con nuestras creencias y valores.
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