¿Cómo funcionan los dos tipos de memoria que posee tu cerebro?

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El mito de que las personas inteligentes son aquellas con excelentes notas académicas empezó a caer hace ya mucho tiempo. Hoy sabemos que existen muchas otras maneras de entender la inteligencia más allá de la capacidad de una persona para identificar el complemento directo en una oración o para hacer una ecuación de segundo grado. Y, al parecer, y según cuenta en un artículo en The Conversation la psicopedagoga, Sylvie Pérez, y el especialista en trastornos del aprendizaje, Jordi Perales, lo mismo pasa con la memoria: no tienes mala memoria, sino varias memorias diferentes con rendimientos distintos.

En concreto, aseguran estxs expertxs, posees una memoria a largo plazo, una memoria de trabajo y una memoria sensorial. Pero los focos siempre han estado en la primera de estas memorias. Es la que ocupa la mayoría de las portadas y la que hacen que sientas que tienes buena o mala memoria en general. De ella depende que recuerdes las capitales de Europa seis años después de haberlas estudiado, que recuerdes las mañanas de Doraemon con tu hermanx o que recuerdes inconscientemente cómo montar en bicicleta sin pegarte una ostia tremenda contra el suelo. Pero, aunque es importante, no trabaja sola.


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Porque, como decíamos, tienes otras dos memorias más en tu cerebro y ambas son importantísimas. Por un lado, está la llamada memoria sensorial, «constituida por información captada por los sentidos y enviada permanentemente al cerebro». ¿O acaso crees que tus sentidos no captan información del ambiente de la que no eres consciente en absoluto? Sonidos, olores o figuras moviéndose en un segundo plano están en tu memoria inmediata. Por eso no deberías castigarte condenando tu mala memoria. ¿Cómo sabes que no tienes una memoria sensorial buenísima si ni siquiera habías reparado nunca en ella? Da que pensar.

Y lo mismo ocurre con la memoria de trabajo, más conocida popularmente como memoria a corto plazo. En palabras de estos especialistas, «es útil pensar en ella como un espacio reducido en el que podemos guardar cierta cantidad de información simultáneamente». Si la memoria sensorial te hace más sensible al entorno y lo que pasa en él y la memoria a largo plazo te ayuda a automatizar tareas y acordarte de todos los personajes de Harry Potter, la memoria a corto plazo te abre las puertas del aprendizaje. Gracias a ella organizas la nueva información, la comparas con otros datos y la usas para imaginar.

Sin ella no serías cómo eres. Tu capacidad de síntesis, tu capacidad crítica y tu capacidad inventiva depende de esta memoria tan importante. Según Pérez y Perales, hay personas que «pueden manejar más cantidad de información más deprisa». Quizá no tengas la memoria a largo plazo de un elefante, pero quizá seas capaz de procesar muchos datos en muy poco tiempo. Y eso resulta muy valioso también. De hecho, y como decíamos antes, sin una buena memoria de trabajo poco podríamos aprender. Así que terminemos de una por todas con el mito de la memoria única. Eres mucho más complejx que eso.

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