Consideramos ciudades como Londres o Nueva York o regiones como Silicon Valley centros neurálgicos del planeta que se sitúan a la vanguardia de la innovación y la prosperidad. No es casual que todas ellas compartan un carácter cosmopolita: en ellas encontramos una gran diversidad en su población. Estas grandes urbes o entornos ofrecen un espacio de acogida perfecto para que todos y cada uno de esos perfiles diversos aporten lo mejor de sí como ciudadanos, pero también como fuerza laboral.
El resultado es el que todos conocemos: las últimas tendencias y las soluciones más exitosas en numerosos campos y áreas de conocimiento, como la arquitectura, la música o la tecnología, se han gestado en ellas. La diversidad permite combinar distintas habilidades, conocimientos y recursos que, mezclados adecuadamente, ofrecen respuestas innovadoras a los retos a los que nos enfrentamos.
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