Innovación: la innovación ya no es una opción

 

Así como la economía industrial estuvo marcada por la expansión de los mercados, la incorporación de nuevos espacios y de la masa trabajadora, la ‘nueva situación’ post COVID-19 apunta a la transformación digital y la innovación.

Aunque no hay plan predefinido ni recetas mágicas, la comunicación es un factor estratégico y transversal en los procesos de innovación y transformación digital que apuntalen la supervivencia y el crecimiento de las empresas.


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Mientras la sociedad dirige su mirada y esperanzas hacia la investigación científica y tecnológica para buscar respuestas ante la realidad impuesta por la pandemia del COVID-19, las empresas buscan las suyas en el mar de dudas de la ‘nueva normalidad’. Estas palabras contradictorias definen la situación a la que nos estamos enfrentando, evidentemente compleja y desconocida, donde las empresas tienen que desempeñar un papel central en el desarrollo económico y, por consiguiente, del bienestar social.

Así como el sector de la distribución y logística se ha adaptado al comportamiento de los consumidores, el resto de sectores debe hacer lo mismo y adaptar sus planes de comunicación a sus nuevas necesidades. La ‘nueva normalidad’ nos anticipa riesgos económicos que tienen más que ver con las expectativas de la ciudadanía que por el mismo frenazo de la actividad económica. Por tanto, nos situamos frente a la percepción del riesgo como un elemento clave para entender las tendencias sociales. En este contexto, se intuye la cualidad de la comunicación como factor estratégico y transversal.

La comunicación es un factor estratégico empresarial ante la ‘nueva normalidad’, donde la innovación ya no es una opción, sino una necesidad acuciante. Debemos contribuir a implantar una cultura de innovación y, concretamente, los profesionales de la comunicación debemos explorar nuevas herramientas que nos permitan intercambios de información y conocimiento con nuestros públicos.

Los comunicadores somos una parte fundamental de la innovación organizativa de las empresas e instituciones. Podemos incorporar a otros públicos en el plan de comunicación, conectando a trabajadores, clientes, reguladores, stakeholders, medios de comunicación, entre otros. La mejor comunicación, por tanto, exige planificar las acciones y conceptualizar a quien nos dirigimos para dirigir y recoger información. La comunicación es esencial para implicar a los públicos de la empresa en su actividad. Este hecho supone mantener una estrategia de escucha activa, pues la comunicación del riesgo debe ser bidireccional si se pretende efectiva. Obviamente, se debe establecer esa comunicación con franqueza y honestidad, para generar confianza y credibilidad.

En este ámbito, los profesionales aportamos la identificación de los rápidos cambios de tendencias sociales y ponemos en valor aspectos como visibilidad de una producción cercana al consumidor. Contribuimos a anticipar escenarios en momentos de incertidumbre que pueden ser altavoz de la actividad empresarial en la agenda mediática. Todo sin descuidar la comunicación interna, ya que la empresa es responsable ante sus trabajadores como fuente de información veraz y correcta de interés, incluso de convertirse en un referente ante la desinformación y los bulos.

La pandemia ha hecho necesario que los periodistas y otros profesionales de la comunicación traduzcamos conocimientos complejos y variables a un lenguaje llano, inteligible por el público no especializado. Al igual que hay periodistas especializados que informan sobre los avances de la ciencia para satisfacer a una audiencia que reclama información más objetiva y un tratamiento más profundo, hay profesionales especializados que incorporan a la organización empresarial un activo esencial. Una de las soluciones organizativas de la empresa es desarrollar una estrategia eficaz de comunicación o de fórmulas que la incorporen como un activo clave junto a la simplificación de procesos y aprovechamiento del entorno y la cercanía.

Actualmente, existen múltiples motivos para una política de comunicación proactiva, más eficiente si incorpora la escucha activa y bidireccional como herramienta fundamental de sus políticas. Para este propósito, es necesario seguir las redes sociales como canales activos donde se identifican elementos que configuran la percepción.

La comunicación en la ‘nueva normalidad’ es como una póliza de seguros: un coste fijo que previene de mayores costes.


Fernando Torrecilla

Periodista especializado en ciencia, tecnología e innovación y doctor en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Experiencia como asesor de comunicación en los Ministerios de EconomíaIndustria y Competitividad y posteriormente en el de Ciencia, Innovación y Universidades. Anteriormente, fue director de Comunicación Internacional y Divulgación (public outreach) en la Fundación Ciudad de la Energía, donde asumió la responsabilidad sobre la percepción social del Proyecto Compostilla ante la Comisión Europea para desarrollar la tecnología de captura, transporte y almacenamiento de CO2 en España. Durante ese periodo fue el responsable de Comunicación de la Plataforma Española del CO2. Durante 6 años coordinó del Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente en la Universidad Carlos III de Madrid. Previamente, pasó por los departamentos de comunicación de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE)Repsol YPF y Consejo Superior de Titulados Mercantiles y Empresariales de España.

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