Innovación: La innovación en un escenario de crisis

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La creación de nuevos artefactos, métodos y tecnologías han sido los medios por los que la humanidad resolvió los desafíos que le imponía la naturaleza, la propia creación humana o la búsqueda de nuevas metas.

El rol en nuestras vidas de las nuevas tecnologías, como las de la información y la farmacología moderna, pudo notarse de manera extraordinaria durante la pandemia.


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Asimismo, la creatividad humana también ha satisfecho el placer de los sentidos y la dimensión no material de la vida. La música, el teatro, la pintura, entre tantas expresiones artísticas, acompañaron a los avances científicos y tecnológicos siendo la otra cara de nuestra capacidad de superación.

Ambos lados de la creatividad conforman tramas productivas complejas que generan valor, empleo y exportaciones, y tienden a ser medioambientalmente sostenibles. Muchas veces son el resultado de decisiones de emprendedores; otras, de inversiones de empresas y de los Estados.

Este abordaje de la innovación, la creatividad y el emprendedurismo se centra en todo lo que nos aportan a un nivel de bienestar que, implícitamente, presentamos como satisfactorio.

Sin embargo, en los tiempos de crisis como la que actualmente vivimos en el país, conviene iluminar otras facetas de esta cuestión; esto es, de aquellas asociadas al empobrecimiento o son producto de una emergencia sanitaria sistémica.

El primer caso puede ilustrarse con el de los emprendedores que no buscan alcanzar estadios superiores de desarrollo tecnológico o creativo, sino resolver su condición de pobreza o indigencia derivada del desempleo, la informalidad o el mero impacto de la inflación sobre sus ingresos. Éstos nada tienen que ver con el que desarrolla un nuevo robot o software, o el creativo que impone un nuevo estilo de diseño de ropa.

Muchos de ellos desearían un empleo formal, pero se autoemplean usando los pocos recursos de que disponen para zanjar la situación de precariedad cercana a la total exclusión económica.

El otro caso que deseo plantear es el de aquellos que, no habiendo estado excluidos del mercado laboral, formal o informal, debieron adaptar los productos o servicios por las restricciones de las cuarentenas.

Hicieron algo nuevo con lo que disponían y así se generaron conciertos y clases en línea, resurgieron tejedoras con productos artesanales on demand, entre otras soluciones al paso. Suerte e ingenio mediante, les permitió mitigar el impacto económico de la crisis sanitaria.

En los dos casos planteados, el excluido del mercado por el empobrecimiento del país y el creativo sin ingresos por efecto de la pandemia, no se corresponden con la imagen omnipresente del emprendedor exitoso y tomador de riesgo.

Los primeros visibilizan la vulnerabilidad de una importante parte de la sociedad; la otra, la de no pocas actividades que son rentables sólo cuando la economía crece sostenidamente.

Ante un escenario de una profundización de la crisis económica y social, la dirigencia no debería distraerse en cuestiones triviales de clase, sino abocarse a diseñar los proyectos que impedirán o reducirán su impacto sobre sectores como los mencionados.

En caso contrario, y visto lo acontecido en tiempos cercanos, el derrotero de los argentinos y de la propia dirigencia podría ser algo tan trágico como el de las crisis de Europa central de cien años atrás.

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