Así ayuda la inteligencia artificial (y la natural) a superar la diabetes

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En estos últimos años he sido testigo en primera persona de la evolución de la tecnología en la medicina. Desde 2021 soy usuario de un sistema de bomba de insulina con inteligencia artificial.

Mi historia arranca hace ocho años, cuando comencé a sentirme excepcionalmente cansado. Por entonces pensé: “Es normal con la carga de trabajo que tengo últimamente”. También me di cuenta de que mi sed y necesidad de orinar fueron aumentando alarmantemente. Pedí consulta a mi médico de familia, y un simple pinchazo en una yema de un dedo bastó para detectar un nivel de azúcar en sangre 4 veces por encima del de una persona sana.


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Tras el correspondiente ingreso hospitalario, me llegó la confirmación: la endocrinóloga me diagnosticaba diabetes mellitus tipo 1. Esta enfermedad es popularmente conocida como “diabetes juvenil”, porque la mayoría de los casos se dan en niños y jóvenes. Sin embargo, a mí me apareció con 44 años. Las causas pueden ser genéticas (no parecía mi caso) o de otro tipo, y todavía se están investigando.

422 millones de diabéticos

Aproximadamente, 422 millones de personas en todo el mundo (62 millones en América) son diabéticos. En España, por ejemplo, afecta a un 15 % de la población.

Solo un 10 % de los diabéticos es tipo 1, su páncreas no produce insulina; el resto de diabéticos es tipo 2. En este segundo caso, el páncreas del paciente sí genera insulina, pero su cuerpo se resiste a asimilarla correctamente. Las dos causas principales de esta modalidad de la dolencia son la obesidad y el envejecimiento.

A diferencia de la tipo 1, la diabetes tipo 2 es reversible, y los pacientes son tratados farmacológicamente mediante una pastilla diaria para reducir esa resistencia a la insulina.

De la jeringuilla al lector continuo de glucosa

Antes del descubrimiento de la insulina artificial en 1921, la diabetes tipo 1 era equivalente a una sentencia de muerte. En el último cuarto de siglo hemos vivido un gran número de avances, que han hecho que los afectados hayamos mejorado nuestra calidad de vida. Por ejemplo, de las jeringuillas de insulina, a finales del siglo pasado, se pasó a unas plumas de inyección mucho más cómodas.

En el siglo XXI, gracias a los avances de la electrónica, se extendió el uso de medidores de glucosa. Estos glucómetros, del tamaño de una pequeña billetera, permitían registrar el nivel de glucosa en sangre varias veces al día mediante pinchazos en las yemas de los dedos.

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