La inflación actual, ¿es solo transitoria?

Las autoridades económicas solo están de acuerdo con que el repunte de precios se debe a la recuperación de la demanda de bienes y servicios.

Luego de varios años de estabilidad de precios en el conjunto de la economía mundial, la inflación vuelve a afectar tanto a las economías avanzadas como a los mercados emergentes y en vías de desarrollo.

Los aumentos de precios serían el resultado de una combinación de factores derivados, principalmente, del enorme choque que representó la pandemia para la economía global, y de la reacción de las políticas económica y de salud pública necesarias para evitar la caída de la economía en una potencial depresión.


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En ese sentido, se podría argumentar que las presiones inflacionarias serían, en buena medida, consecuencia del éxito de las políticas implementadas que han facilitado el proceso de repunte de la actividad productiva a partir de la rápida recuperación de la demanda agregada.

Ciertamente, la demanda ha aumentado a mayor velocidad de lo que ha subido la oferta agregada, impulsando los precios al alza. En síntesis, la inflación sería el resultado de una combinación de factores que generaron un exceso de demanda en la economía mundial.

En ese proceso de readecuación de la economía han surgido daños colaterales en forma de disrupción en la cadena de suministros, escasez de mano de obra en economías avanzadas y alza significativa en los precios de la energía, entre otros.

A partir de este argumento, cabe debatir si se trataría de una inflación de precios transitoria, como argumentan los bancos centrales, o tal vez serían presiones inflacionarias tan persistentes y por tiempo tan extendido que se pudieran considerar permanentes, como preocupa a una parte la opinión pública especializada y a sectores empresariales a nivel internacional.

La respuesta dependería si se tratara de perturbaciones que la economía mundial puede asimilar y corregir en un plazo relativamente corto o, por el contrario, se habrían producido cambios estructurales que requerían de un proceso de adaptación que tomaría muchos años en completarse.

La reacción de la política económica, principalmente la monetaria, dependería del traspaso a las expectativas de inflación en el mediano plazo, así como de la persistencia del choque pandémico, si se toma cuenta de que para los bancos centrales en metas de inflación la idea es que, en promedio, la inflación esté dentro del rango objetivo en el horizonte de la política monetaria.

Resultados mejores de lo esperado

Para prevenir una crisis de mayor profundidad, los bancos centrales aplicaron una política monetaria expansiva que incluyó la reducción de tasas de interés, así como la expansión de las facilidades de liquidez.

Del mismo modo, se relajaron temporalmente algunas medidas regulatorias para facilitar el crecimiento del crédito al sector privado. Adicionalmente, los ministerios de Finanzas o Hacienda aplicaron medidas de transferencia a los hogares y las empresas en forma de distintos subsidios para mantener empleos vulnerables a la crisis y la capacidad de consumo de las familias, entre otras acciones.

Estas medidas de estímulo fueron efectivas para reanimar la actividad económica en un contexto de adaptación a las condiciones de la pandemia en donde varios países implementaron campañas de vacunación de sus poblaciones que facilitaron el levantamiento de medidas de restricción para contener los contagios por covid-19.

El rápido desarrollo y aplicación de las vacunas contra el virus en varios países ha permitido el levantamiento de limitaciones a la movilidad de personas, lo que ha facilitado el proceso de recuperación de la economía.

Las políticas anticíclicas han tenido el efecto esperado, pero la pandemia sigue en curso mientras la economía mundial continúa asimilando los efectos de sus perturbaciones.

La economía mundial se recupera de la recesión inducida por el choque severo que significó la pandemia y, como toda recuperación, se trata de un proceso asimétrico en el que los distintos sectores de la economía retoman el dinamismo a distintas velocidades, por lo que algunas actividades experimentan auge mientras otras apenas notan alguna reactivación y puede que queden sectores que reporten contracción o acaso alguna recuperación inferior a los niveles prepandemia. No obstante, en sentido neto la economía recupera el crecimiento.

En efecto, las proyecciones de crecimiento económico mundial para 2021 y 2022 promedian 5.7% y 4.1%, respectivamente, lo que se atribuye a un conjunto de factores, entre los que destacan los estímulos monetarios implementados por los bancos centrales en forma de reducción de tasas de interés, provisión de liquidez, y medidas complementarias para facilitar el crédito a las empresas y los hogares, entre otros.

Además, el repunte de las actividades económicas ha sido sustentado por las medidas de apoyo de los gobiernos al sector privado en forma de subsidios a sectores afectados por la crisis, principalmente para contribuir al mantenimiento de puestos de trabajo y transferencia a los hogares más vulnerables para sustentar sus niveles de consumo.

Este conjunto de acciones contribuyó tanto a recuperar y mantener la demanda agregada lo suficientemente elevada, como para evitar una depresión económica a escala global. Para tales efectos, muchos países en desarrollo contaron, además, con el apoyo de organismos internacionales.

El problema del suministro

El proceso de recuperación de la economía mundial ha encarado un conjunto de retos, algunos de origen extraeconómico, como retrasos de suministros por la política de tolerancia cero a los reportes de contagios en China, que consiste en ordenar confinamientos estrictos en la localidades donde se detecte el virus sin importar la magnitud del brote, lo que ha afectado a importantes centros manufactureros y portuarios.

También el aumento en la demanda de bienes primarios (commodities) ha impulsado al alza sus precios.   En el caso de los combustibles, entes como la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), en connivencia con grandes productores como Rusia, han mantenido restringida la oferta de petróleo y gas natural, lo que ha elevado sus precios internacionales.

Además, por efecto de la pandemia, la tasa de participación en el mercado laboral en algunas economías avanzadas ha bajado considerablemente, reflejándose en una escasez de mano de obra que afecta a varios sectores productivos, principalmente en Estados Unidos.

En síntesis, la confluencia de varios factores ha provocado el aumento generalizado de precios a nivel internacional. No obstante, se puede afirmar que sería una situación temporal mientras la economía mundial transita hacia la normalización en la medida en que el covid-19 pasa de enfermedad pandémica a endémica, y la actividad económica pueda prescindir de las políticas de estímulo.

En este sentido, se trataría de una situación coyuntural, más que estructural, aunque se trate de una coyuntura relativamente persistente en el tiempo, dada la incertidumbre en torno al control de la pandemia.

El proceso

Existe consenso en que tomará tiempo volver a la normalidad.

A raíz de las perturbaciones en las cadenas de suministros, incluidos los problemas logísticos de embarque-transporte-desembarque-distribución, las restricciones a la oferta de combustibles y la rápida recuperación de la demanda por encima de la capacidad de respuesta de la oferta de bienes, entre otros, viene a discusión si se trata de una inflación transitoria o temporal.

Lo cierto es que normalizar los encadenamientos productivos y el flujo comercial internacional será un proceso lento, mientras la pandemia continúa su curso con olas de contagios en distintos países. Algunos, de relativo peso en la economía mundial.

El período de transición todavía es incierto, aunque algunos estiman que tomaría menos de dos años.

Dada la incertidumbre de los efectos de la pandemia sobre la actividad económica, los bancos centrales han decidido tolerar niveles de inflación por encima de la meta establecida en el corto plazo, en el entendido de que, dado el carácter transitorio de las presiones inflacionarias, esta desviación se corregiría en el tiempo correspondiente al horizonte de la política monetaria.

Cuando los bancos centrales manifiestan que las presiones inflacionarias son transitorias, no suelen referirse a una temporalidad específica sino a que, dentro del horizonte de política monetaria —que suele ser un espacio móvil de dos años—, la inflación tendería a converger hacia el rango-meta que constituye el objetivo de la política monetaria.

Si los agentes económicos creen que la inflación es transitoria, se contaría con cierta holgura para normalizar gradualmente las condiciones monetarias por medio del retiro paulatino de los estímulos. Pero si se cree que es permanente, los bancos centrales podrían verse en el dilema de tener que elegir entre sustentar el crecimiento económico o contener el alza generalizada de precios.

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