En Málaga las listas de espera por los Rolex son de hasta dos años

  • Los relojes del fabricante suizo se han convertido en objetos de inversión y piezas cotizadas entre coleccionistas

Según publica diariosur.es Robert Redford es uno de los nombres más conocidos dentro de esa legión de fans que tiene un Rolex. El conocido actor siempre lo luce en su muñeca. La elegancia, los materiales, los componentes, la demanda y la exclusividad convierten al fabricante suizo en una referencia en el mundo del lujo. Uno de los modelos más deseados es el Rolex Submariner, que forma parte del portfolio de la empresa desde 1954. Algo de culpa también la tiene el propio Robert Redford. Nunca más se lo volvió a quitar desde que apareció con él en la mítica película ‘El Candidato’.

Un poco de sabor amargo aún le queda a Antonio Díaz. Hostelero, después de una larga vida tras la barra, quiso experimentar algo extraordinario para festejar su jubilación. Ser un poco como Robert Redford y cumplir con el sueño de poseer también un Rolex Submariner, el reloj de buceo entre los relojes de buceo. Lo que no sabía, hasta que se acercó a una joyería, es que el mundo entero tiene hambre y el apetito es casi insaciable. Según ha podido consultar este periódico en conversación con vendedores de Rolex autorizados, dependiendo del grado de optimismo y bonus por cliente habitual, la lista de espera para adquirir un reloj se mueve entre los seis meses, dos años y lo imposible. Y no es algo que pase solo en Málaga. Es un fenómeno mundial.


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Cualquier información que se facilita sobre la fiebre que hay por los Rolex es de puertas para dentro. A pesar de reiteradas peticiones, nadie quiere hablar con nombre y apellido. Ser vendedor oficial de la marca no está al alcance de cualquiera. El fabricante suizo imprime una selección estricta a la hora de tejer su telaraña de distribuidores. Prueba de ello es que en toda la provincia de Málaga hay miles de joyeros y relojeros, pero solo dos concesionarios oficiales que venden Rolex. Uno en la capital, en la calle Larios. Otro, en plena milla de oro de Puerto Banús. Y nadie quiere arriesgar una mácula en forma de información sensible filtrada.

Hay varias razones que explican el hambre que existe por adquirir un Rolex. La principal la traza un conocedor del mercado, dispuesto a hablar para SUR si se preserva su anonimato: se trata de una excelente inversión. «Si estás pensando en hacerle una aportación fiable a tu plan de pensiones, entra en juego la posibilidad de pescar un Rolex», asegura.

«Si se sube un Rolex en un buen estado a primera hora de la mañana, es probable que por la tarde ya lo tengas vendido»

La posición de Rolex en el sector de lujo es única. Para entender en qué se fundamenta, queda claro, hay que evocar también conceptos que se conjugan al margen de la razón. Aparecen palabras como nimbo, fetiche o promesa de salvación. Rolex vende relojes. Pero también vende la idea de lo que significa lujo de verdad para una clientela con poder adquisitivo. Durante la pandemia, la demanda por un reloj del fabricante suizo alcanzó cotas inéditas. Por un Daytona, uno de los modelos más icónicos de Rolex, se llegaban a pagar 40.000 euros en el mercado de segunda mano. El precio de salida al por menor: cerca de 14.000. Ahora, el mercado se habría equilibrado un poco. Solo un poco.

Para calibrar mejor el fenómeno Rolex, el experto recomienda echar un vistazo a Chrono 24, el mayor ‘marketplace’ para relojes en Internet. Una indagación por su página web se convierte en una revelación. Comerciantes y particulares compran y venden. Ahora mismo, hay más de 500.000 relojes listados en la plataforma. Una cuarta parte de las transacciones correspondería a Rolex. Otra prueba de una conclusión impermeable: la empresa con sede en Ginebra camina hacia el futuro con la misma fiabilidad que sus productos. Tanto en el mercado primario, como en el de segunda mano, que se ha «convertido en muy solvente en los últimos años». ¿Eso qué significa en la práctica? «Significa que si se sube un Rolex en un buen estado a primera hora de la mañana, es probable que por la tarde ya lo tengas vendido».

Si existe esta fiebre, la siguiente pregunta que surge es lógica: ¿Cómo hace Rolex para distribuir sus relojes? La búsqueda de una respuesta queda salpicada otra vez por el mantra de la discreción. Pero las explicaciones veladas que se ofrecen permiten presuponer la existencia de un camino oficial y de uno oficioso. Como una doble llave que abre la cerradura a nivel mundial. Primero se nutriría a las mejores joyerías y de más larga trayectoria. Luego, desde las mismas, se daría algo de preferencia a los clientes habituales.

«Cuanto más difíciles de conseguir, más se activa en el cerebro el mecanismo de recompensa»

Carlos Barea, Psicólogo

Esta forma de proceder no es nueva con los productos de lujo. Siempre ha sido un mercado en el que valores como confianza, circunspección y trato de preferencia han ocupado un papel protagonista. Puede que con Rolex todo esto haya descarrilado un poco en los últimos años. Al final, el fabricante suizo también cuenta con competencia. «Aunque algunos modelos de Patek Philippe o Audemars Piguet son igualmente difíciles de conseguir», precisa el experto.

Con la existencia de listas de espera, el engranaje de la revalorización funciona en un plano paralelo. Los más impacientes acuden al mercado de segunda mano, donde la ley de la oferta y demanda regula los sueños y explica las suculentas subidas de precios para modelos especialmente demandados. Algunos relojes ‘vintage’ de Rolex han conseguido así un rédito que llenaría de orgullo a cualquier directivo de un fondo de inversión. «Lo normal es que un reloj pierda algo de valor cuando sales de la tienda, pero con Rolex pasa todo lo contrario. Puede haber subidas de hasta un 50%», dice el experto. Hay pocos artículos de lujo que recuperan su precio de compra con facilidad. Quizá, un Porsche 911, un Birkini de Hermès y, queda claro, un Rolex.

Carlos Barea es psicólogo y conoce el mecanismo que hay detrás de los símbolos de estatus. «Cuanto más difíciles de conseguir, más se activa en el cerebro el mecanismo de recompensa», detalla. «A muchas personas les gusta llevar complementos que otros no tienen. Si lo traducimos al mundo de los relojes, cuanto más exclusivos son, más aumenta también el hedonismo».

Hay más razones que explican la elevada demanda. Hay una clientela fiel que lleva abonada a la marca Rolex desde hace décadas y para la que conceptos como rentabilidad o subida de valor resultan secundarios: es la figura del coleccionista. Un directivo de una empresa que tiene varios, resume el espíritu que alimenta a estos particulares ‘cazadores’ de piezas: «Tienes que coleccionar los relojes desde la pasión, no porque estés interesado en el dinero rápido». La fiebre por los Rolex tiene, a su vez, otro efecto secundario. Marcas más fáciles de conseguir como Omega o Tag Heuer están empezando a ganar cuota entre los coleccionistas. Para ellos, el rédito más bonito sigue siendo poder disfrutar del reloj.

Que haya compradores dispuestos a pagar precios llenos de fantasía responde, por lo tanto, a diversos factores. Por un lado está la envergadura de un fenómeno internacional, con un mercado asiático e indio que lo «compra todo». Por otro está eso que en el mundo del deporte se conoce como intangibles. Rolex es algo parecido al champán: una divisa propia que se adapta a todas las coyunturas y que tiene encaje en todas las esferas. En la política, en la economía, en la moda o en el deporte.

La élite lleva Rolex desde hace décadas. Y eso que sus modelos más básicos no son los más caros en el mundo de los relojes de lujo. Tampoco parece importar. Llevar un Rolex va más de un código inteligible en todo el mundo. Una mezcla atrayente de tradición, calidad, distinción y estilo. Un lenguaje universal que se va a entender a golpe de muñeca en Málaga o en París, en Nueva York o en Singapur.

De todas las cosas que puede hacer un Rolex -símbolo de estatus, inversión o joya-, el dar la hora seguramente es lo que menos importa. A los propios fabricantes de relojes de lujo no les agrada la idea de que sus modelos se vean solo como un producto para invertir. Rolex, por ejemplo, hace un seguimiento de sus relojes y castiga a los distribuidores si intuye que existe el afán de la especulación. Pero eso no quita que exista otra norma que lleve a la siguiente conclusión: sin la posibilidad de que un reloj de lujo aumente el valor o, al menos, se mantenga estable, muchos compradores no darían el paso.

¿Realmente merece la pena intentar adquirir un Rolex como mera inversión? Los fríos números, a priori, dicen que sí. Un informe de Bob’s Watches, el ‘marketplace’ de relojes de Estados Unidos más grande, basado en datos de compraventa de la última década, refleja alzas de valor bastante imponentes. Si en 2011, por ejemplo, se hubiera tenido la oportunidad de elegir entre un lingote de oro de 50 gramos, un fondo indexado de 4.400 euros o un Rolex Submariner, la decisión por el mítico reloj de buceo hubiera sido la más rentable. Según el mismo informe, el precio medio de un Rolex de segunda mano ha pasado en los últimos diez años de esos 4.400 a 11.400 euros. «Aunque no existe ninguna garantía absoluta, los datos históricos demuestran que un Rolex es una inversión sólida que, además, permite disfrutar de su uso mientras que se posee la propiedad del mismo», concluye el informe.

«Si aciertas en un modelo concreto puedes tener una alta revalorización. Pero es algo que pasa con otro tipo de joyas o también con el arte»

Rafael Romero, Director de Abante en Málaga

Rafael Romero es el director de Abante en Málaga, grupo inversor con presencia en todo el territorio nacional. Preguntado sobre la conveniencia de invertir en un Rolex o no, explica lo siguiente: «Si tú aciertas en un modelo concreto puedes tener una alta revalorización. Pero es algo que pasa con otro tipo de joyas o también con el arte. Y es verdad que sí que existe la figura del coleccionista financiero. Los grandes patrimonios siempre van a tener una mirada puesta en la diversificación, entendiendo que lo que adquieren pueda valer más en el tiempo». No obstante, para ahorros que se pueden mover entre los 10.000 o los 20.000 euros, Romero cree que existen alternativas de inversión mejores. «Con patrimonios pequeños, la lógica dice que lo más sensato es tener un fondo de inversión que diversifique en multitud de clases de activos», precisa.

Rolex, por su parte, en uno de sus escasos comunicados oficiales sobre este asunto, negó que hay un plan para lograr una escasez artificial de sus relojes: «Crear una escasez de nuestros productos no forma parte nuestra estrategia. Nuestra producción actual no es capaz de satisfacer la actual demanda que existe de manera total, sin que ello suponga reducir la calidad de nuestros relojes. Algo que rechazamos de manera frontal porque la calidad de nuestros productos nunca se deberá ver afectada».

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