Volver a mencionar que la crisis sanitaria favoreció el crecimiento exponencial del comercio electrónico puede sonar redundante, pero la repetición es necesaria para darle un marco a la evolución que tuvieron también, otros segmentos vinculados al ecosistema.
Con la adopción masiva del ecommerce, los consumidores cambiaron sus hábitos de consumo y diversificaron sus canales de compra; los comercios tradicionales se reconvirtieron o sumaron su pata digital; explotarlos los medios de pago electrónicos y la logística se puso a prueba más que nunca incursionando en nuevos modelos y trabajando para ser más ágiles y eficientes en la última milla.
En este contexto, la tecnología fue clave para aportar soluciones a personas que vieron limitados sus ingresos y, en medio de la crisis, recurrieron al dropshipping como actividad principal o ingreso extra.
¿Qué es el dropshipping?
El dropshipping no requiere una gran inversión previa, stock propio ni depósito para almacenar la mercadería. Funciona de la siguiente manera:
- El vendedor elige uno o varios productos que desea comercializar
- Los publicita, con una buena foto y descripción, en su tienda digital, marketplace (como Mercado Libre) o redes sociales
- El comprador encuentra ese artículo y lo paga
- El vendedor se pone en contacto con el fabricante o distribuidor, le envía la orden y abona el producto
- Este último se encarga de enviar la mercadería directamente al comprador
El mecanismo es simple: lo más difícil será encontrar al dropshipper (el tercero que proveerá el producto) dispuesto a hacer un buen acuerdo porque es una práctica que –aunque no es nueva– recién ahora está creciendo en popularidad.
Pero el modelo también prendió en empresas o grandes retailers que debieron achicar su red de sucursales, reducir costos y hacer frente a la crisis de abastecimiento que repercute en la cadena de comercialización.