Centroamérica empieza a sentir el impacto de Guerra en Ucrania

Costa Rica es el segundo mayor importador de productos ucranianos en América Latina, tras República Dominicana, según muestran los datos de UN Comtrade.

El beneficio que podrían tener las productoras de determinados commodities por el alza de los precios internacionales de esos productos, queda licuado -o, al menos, empatado- por el alza del precio de los hidrocarburos. Además de ese impacto en su balanza comercial, está el de la presión inflacionaria que perjudica a los consumidores y exige una política monetaria más ajustada. Centroamérica, importadora de petróleo y alimentos, queda en un escenario muy complejo.

El impacto económico se siente en, al menos, tres sectores clave de la economía global: la energía, los mercados financieros y los productos agrícolas.


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Sobre Centroamérica y el Caribe en particular, Guillermo Mondino, doctor en Economía por la Universidad de Yale, profesor en la Universidad de Columbia y consultor de instituciones del mundo financiero, subraya que claramente una guerra “nunca puede ser positiva” pero no espera una “debacle” como las que resultaron de otros episodios internacionales.

“En general los países de la región se manejan con un tipo de cambio fijo y la apreciación del dólar les golpeará -añade-. Además, los salarios se quedarán atrás porque están fijados en moneda nacional”. En otras oportunidades, Centroamérica las “navegó mejor” por la iniciativa de Petrocaribe impulsada por Hugo Chávez; “ahora Venezuela no está para vender petróleo subsidiado y a crédito”.

Rusia y Ucrania son los principales proveedores de trigo, con un 29 % combinado de las exportaciones mundiales.; y representan alrededor del 80 % de las exportaciones mundiales de aceite de girasol.

Rusia es el segundo mayor exportador de petróleo y el mayor exportador de gas natural del mundo y, además, juega fuerte como productor de aluminio (6 % de la producción mundial), cobalto (segundo mayor productor), cobre (3,5 %), níquel (7 %), paladio y platino (10 % y 40 %, respectivamente), oro (10%), titanio (15%), acero (4%), diamantes (30%) y 13% de los fertilizantes que se hacen en el mundo.

En el caso de Ucrania, ocupa el primer lugar en Europa en reservas recuperables probadas de minerales de uranio; el décimo en el mundo en titanio; el segundo de manganeso; es la segunda reserva de hierro más grande del mundo; y está 13 a nivel mundial en reservas de gas de esquisto y séptima en carbón. Por su potencial agrícola, se estima que puede satisfacer las necesidades alimentarias de 600 millones de personas; también es un país industrializado.

Eugenio Díaz Bonilla, director ejecutivo del Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias, advierte que a Centroamérica y el Caribe, la crisis además de golpearlo por la suba de las materias primas tiene impacto por los fertilizantes. En los de potasio, por ejemplo, Honduras importa el 40 % de Rusia y Bielorusia; Nicaragua el 20 % y Guatemala el 37 %; en el caso de los nitrogenados -que se producen con gas- también hay un incremento por el alza del combustible.

Costa Rica es el segundo mayor importador de productos ucranianos en América Latina, tras República Dominicana, según muestran los datos de UN Comtrade. En 2020 Ucrania exportó al país centroamericano US$74,5 millones de hierro y acero (fundamental para vigas y varillas de construcción). A ese mix hay que agregarle que habrá subas de los biocombustibles por la mayor demanda.

En términos políticos, la reacción de los países centroamericanos al ataque de Rusia a Ucrania fue heterogéneo. El nicaraguense Daniel Ortega expresó la “solidaridad” y “aliento” a la “lucha que está librando el pueblo ruso por la paz”.

El Salvador desistió de firmar la proclamación propuesta por Guatemala -país que mantiene la relación comercial más intensa de la región con Rusia y Ucrania- en la Organización de Estados Americanos (OEA) condenando la invasión. La decisión le valió el reclamo del alto representante de la Unión Europa para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell.

El presidente guatemalteco Alejandro Giammattei expresó su “total apoyo a la soberanía de Ucrania, así como solidaridad con su pueblo y Gobierno”. En el caso de Honduras, la Cancillería convocó a “respetar” los principios del Derecho Internacional y rechazó “el uso de la fuerza que provoque una escalada armada International generada por la situación en Ucrania”.

Carlos Alvarado, presidente de Costa Rica, rechazó y condenó el uso de la fuerza y la violación de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Hizo un llamado a la “paz, al diálogo, a las negocia- ciones diplomáticas” y el Ministerio de Exteriores panameño hizo “un llamado al respeto de la soberanía, la independencia política e integridad territorial de Ucrania con fundamento en el derecho internacional”. Joseph Humire, director ejecutivo del Center for a Secure Free Society, plantea que Rusia viene incrementando su presencia en América Latina, especialmente en los últimos 10 años en Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia. En esa línea, razona que puede utilizar esos países para “provocar a Estados Unidos”.

El analista internacional Luis Palma Cané explica que, por ahora, la invasión ordenada por Vladimir Putin “refuerza” las alianzas internacionales existentes: “A partir de la intervención de George Bush, la OTAN se había alejado de Estados Unidos, se deterioraron mucho las relaciones y esta invasión salvaje provocó una enorme cohesión entre esa organización, Estados Unidos, Australia e incluso Suiza y Finlandia, históricamente neutrales. El efecto geopolítico es el refuerzo de esa unión que es, precisamente, lo que no quiere Rusia”.

En riesgo seguridad energética de Centroamérica

Julián Cárdenas, docente de la Escuela de Leyes de la Universidad de Houston y abogado especialista en derecho petrolero transnacional y geopolítica energética, habló sobre “efectos colaterales” de la invasión rusa a Ucrania: el shock de precios de los hidrocarburos que “empobrece a los países con menos recursos para pagar el consumo energético” como son los del Caribe y Centroamérica. En esta coyuntura, la región no contará con la asistencia de Venezuela a través de Petrocaribe.

“La guerra creada por Putin bajo la narrativa de seguridad -repasa Cárdenas- causa un encarecimiento del consumo energético a países del Caribe y Centroamérica, pone en riesgo su seguridad energética”.

Los altos precios del petróleo, explica el especialista, permitirán mejorar los portafolios de inversión de las compañías petroleras después de la desinversión en los tiempos del Covid-19. Cárdenas analiza también que el retraso del gasoducto 2 en la zona del Mar Báltico, reduce las posibilidades de la influencia de Rusia como proveedor de gas de Europa y convierte a Estados Unidos en el primer suplidor a través de la venta de gas natural licuado. Los problemas se extienden al transporte del gas además de a la oferta.

Entorno geopolítico

Tanto Rusia, como China -que, hasta el cierre de esta edición, se había ofrecido como mediadora- tienen intereses en Latinoamérica y promesas de inversiones millonarias. Palma Cané subraya que China lleva tiempo queriendo anexar Taiwán y parte del Mar de la China en contra los reclamos de Japón. “Ese es otro punto controvertido, porque hacer alarde de defender la integridad regional y entrará en conflicto de intereses si avala violar la integridad de Ucrania”, detalla.

Sobre la aspiración de Ucrania de ingresar a la Unión Europea, el experto repasa que lo intenta desde 2013; es un proceso complicado por las exigencias fijadas en el Tratado de Maastrich, con las que no cumple, pero advierte que “aceptar la petición sería un gesto de apoyo de parte del bloque”.

El analista Jorge Castro descarta que Ucrania pueda convertirse en la “nueva Afganistán” porque ese es un país “aislado en términos mundiales; situado en el corazón del Asia central; mientras que Ucrania es el corazón de Europa”. Define además que el objetivo de Putin es el “cambio de régimen político; no es un reclamo territorial”.

A Centroamérica el golpe de esta crisis le llega después de que el Banco Mundial proyectara un “sólido” crecimiento para este año de 4,7 %. La incertidumbre en la región del Mar Negro genera temor a que haya interrupciones logísticas, además del alza de precios de las materias primas y la menor actividad que podría haber como consecuencia de la guerra. Mondino apunta que el mundo ya registraba una desaceleración del crecimiento que era “natural”.

“La inflación ya estaba -continúa-. Había alta inflación en el mundo desarrollado y en el emergente; indicadores extraordinariamente altos para Europa y Estados Unidos”. Pero, en ese contexto, advierte que para hablar de estanflación el crecimiento debería ser “bastante menos” y la inflación “más alta y sostenida”.

Reconoce que las estimaciones respecto a que la inflación de Estados Unidos podía bajar y converger a niveles “más normales” seguramente se alterará.“Vamos a vivir un período de más inflación de la normal y de menos crecimiento; la gente lo va a sentir, habrá sensación de desazón que es la típica de una estanflación más allá de que técnicamente no lo sea”, sintetiza Mondino, para quien “habrá una tasa de largo plazo no tan alta; un dólar que se aprecia frente a otras monedas aunque no será un ‘súper dólar’ y suba de tasas de corto. Es un cocktail complicado pero no tan dañino; el peor sería la combinación de subas en tasas de corto plaza y las de largo, altas”.

“Hay una guerra militar versus una guerra económica -sostiene Palma Cané-. El avance ruso es imparable y para pararlo comenzaron las sanciones; habrá que ver con el tiempo qué tendrá más peso relativo. Es un final abierto porque las sanciones afectan la economía interna rusa y la estrategia occidental va en crecimiento; comenzó con congelar cuentas hasta llegar a la ‘bomba nuclear económica’ como es el bloqueo del SWIFT con lo que no puede cobrar ni pagar”.

Indica que el congelamiento de reservas es una herramienta clave para castigar a Rusia ya que la mitad está afuera del país y la que tiene en su banco está en oro. La otra arma que tiene Europa es profundizar los castigos en pagos y cobros por energía que representan 80% de los ingresos de Rusia: “La ahogarían”.

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