Colombia: Panaca presenta proyección y su evolución en el país

Tras recibir la Cruz de Boyacá, de manos del presidente Iván Duque, el fundador y dirigente del Parque Nacional de la Cultura Agropecuaria (Panaca), el empresario Jorge Ballen, habló con EL TIEMPO acerca del pasado, presente y futuro de la compañía, que en diciembre celebró dos décadas de haber sido inaugurada.

Luego de 20 años de trabajo, ¿cuál es su balance?

Tengo como impronta en mi memoria lo que dijo mi padre, Gonzalo Ballen Mejía, sobre este sueño: “Hijo, para la humanidad, disfrutar la vida es ver lo elemental; en el siglo XXI va a ser lo más necesario, pero a la vez lo más escasamente ofrecido”. Un hombre demasiado culto, inteligente y visionario del comportamiento de la humanidad y de los cambios culturales y sociológicos.


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¿Cuál es el concepto del parque?

Nuestra filosofía todos los días está más consolidada: ‘Sin campo no hay ciudad’ fue la primera registrada, y me reclamaban: ‘¿Para qué va a registrar eso?’. A esa frase le fui adicionando verdades como: ‘Sin campesino no hay campo’. Y luego de que trabajé, en paralelo al entretenimiento, con los temas de educación, vi la pertinencia y visualicé la necesidad de resignificar el conocimiento del campesino, sobre todo del campesino adulto.

En esa época, ¿no había estructura de educación rural?

Había muchos modelos, pero nuestro modelo de educación es un invento, porque hemos trabajado en la formación del ser (de eso no se hablaba), de la formación en el ‘aprender haciendo’ y de ayudarle al campesino a descubrir o resignificar o reestructurar su proyecto de vida.

Entonces son tres elementos de la educación de Panaca que hoy nadie los tiene: un ‘aprender haciendo’ en el que la parte teórica no toca el 20 por ciento del modelo educativo, porque todo nuestro campus educativo es vivencial, con más de 300 procesos productivos agropecuarios.

¿Todo esto se pensó desde 1999 o se fue dando en la medida en que se estableció el parque?

El sueño era grande y estaba en mi conciencia. El cómo llevarlo a cabo y ponerlo y activarlo era el reto. Yo siempre decía que el parque Panaca no iba a ser un parque, que iba a ser un territorio; que era un negocio ancla de un montón de colaterales, como el entretenimiento, a través de la interactividad del hombre con la naturaleza, y la zoología doméstica. Después, la formación, la educación campesina, la transmisión de la cultura, la comercialización y los negocios inmobiliarios. Entonces, la marca Panaca tiene demasiado carácter, demasiada identidad.

¿A qué le dijo no?

A las grandes compañías productoras de gaseosas. En el parque no vendemos gaseosas ni se pueden llevar jugos empacados en tetrapak. Le dije no a la comida chatarra, los cigarrillos, los dulces artificiales, las gomas de mascar, a todas estas cosas. Este es un parque donde todo lo que hay es producido allí mismo. No es una guerra, es una apuesta, y eso hace parte del carácter de la marca.

¿Qué ha sido lo más difícil del proyecto?

La atemporalidad en las promesas del Gobierno. Cuando arrancamos hablé varios temas con el gobierno de Andrés Pastrana. Me dijo: “La paz la tengo de un cacho con ‘Tirofijo’”. Cuántos años estuvo Colombia secuestrada en las ciudades porque no había seguridad en las carreteras para el desplazamiento. También me dijo: “Yo dejo contratado el túnel de La Línea y vamos a tener doble calzada a Medellín, a Bogotá y a Cali”.

Si bien se firmó un acuerdo de paz, yo quiero ver a Colombia en paz, y para verla en paz nos faltan años y, sobre todo, responsabilidad social del sector privado, que ha sido muy ajeno y apático a esta gran oportunidad.

¿Qué tanto lo impulsó el tema de la paz en Colombia?

Cuando llegó el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, el tráfico hacia la región estaba muy deteriorado. En el 2003, en el Viernes Santo, cuando se montaron las ‘caravanas turísticas’ y se generó todo ese proceso de custodiar las carreteras, de poner helicópteros y que la gente saliera, activando la autoridad en las carreteras, ese día entraron al parque 8.970 personas pagando y en un momento tocó restringir la entrada.

¿Qué proyecta cuando, efectivamente, se abra el túnel de La Línea?

Esa obra debe estar acompañada de una doble calzada Ibagué-Cajamarca, y la terminación de las obras Cajamarca-Calarcá. Los expertos dicen que el aumento del tráfico a la región para entretenimiento y turismo, sobre todo el fin de semana, podría incrementarse entre 30 y 50 por ciento. Así, la región cafetera va a estar privilegiada.

¿A qué otras situaciones llevaría esa apertura?

En el siglo XX, la gente se fue del campo a la ciudad, y en este siglo todos vamos a buscar irnos de la ciudad al campo, pues la vida alrededor de un pueblo es más barata, amable y saludable, mientras que la conectividad lo permite todo; además, la conectividad hoy permite lo que los estadounidenses llaman el homework.

Por otro lado, varias cosas aquí: primero, el agroturismo, que es, como lo dice el presidente Duque, el petróleo del siglo XXI, del que Colombia tiene grandes oportunidades. Nuestra biodiversidad, la calidad del campesino colombiano y la oportunidad que tenemos hoy de formarlos hacia este renglón. Por otra parte, va a haber alta demanda de lo que se llama ‘turismo con sentido social’ hacia el agroturismo. Esto es cuando una familia extranjera quiere pasar un fin de semana en una finca compartiendo la vida y el quehacer de los campesinos.

¿Cómo estaba Quimbaya en 1999 y cómo está ahora?

Dicen que es el municipio que más desarrollo ha tenido en los últimos años, pero ha tenido problemas con su POT, que no tiene vigencia desde hace 14 o 15 meses, por lo que no se han expedido licencias de construcción.

Quimbaya tiene mucho comercio, tiene 6 o 7 bancos y un grupo de empresas que nacieron del parque Panaca: los hoteles Decameron y Heliconias y otros negocios colaterales que generan más de 1.000 empleos directos. Esta finca, donde está el parque, era en 1994 un predio destinado al ganado de engorde, con cuatro empleados.

Volviendo al tema educativo, ¿cómo avanza este proyecto?

Este es liderado por la Fundación Panaca. Ya trascendió nuestras fronteras, pues de la mano de la Agencia Presidencial de Cooperación, el pasado 7 de diciembre graduamos a 127 campesinos de cinco países centroamericanos, mientras que en este primer semestre del 2020 tenemos un compromiso con la misma entidad de graduar campesinos de otros cinco países y de las islas del Caribe. Además, tenemos acuerdos con el Gobierno de Honduras para enviar a un grupo a estudiar un diplomado de agroturismo sostenible.

Y esta demanda nacional que tenemos, de reinsertados, desplazados, toda esa población que no está educada, ¿tiene cabida o ha sido complicado convencer al Sena, a las gobernaciones?

Las novedades son ajenas a la disposición de las personas de acogerlas pronto. Por algunos problemas externos a nosotros estuvimos dos años sin alumnos, pese a haber dado grandes resultados en tiempos pasados.

Ya en el segundo semestre del 2019 formamos a 550 personas, tanto en diplomados como en técnico laboral agropecuario. Con el Sena alcanzamos a tener un convenio marco, y queremos construir otros más. El Sena tiene mucho interés en establecer un convenio de formación complementaria.

¿Dónde ve a Panaca para sus 25 años?

Va a tener un éxito total con esa gran obra teatral llamada Travesía 5 continentes al galope, y habrá otras obras teatrales alrededor del tema agropecuario. Travesía la hemos cultivado y desarrollado para que cuando la llevemos a otros escenarios sea más que sobresaliente. Pensamos llevarla a la zona de Punta Cana (República Dominicana), y tenemos conversaciones con empresarios de la Riviera Maya para llevarla a Cancún.

Un resumen de qué es Travesía…

Una niña sueña jugando con caballos sobre un caballito de palo, pese a que nunca ha visto un caballo real. Luego, un hada la lleva a conocer más de 20 razas de caballos con una puesta en escena de más de 65 o 70 equinos. Una actividad teatral espectacular.

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