La fiesta de los socios que le vendieron La Fête a Nestlé

El verano de 2006 las familias McKay y Fantoni estaban en Bariloche. Un panorama fijo en aquella ciudad es degustar sus chocolates. Susana Prieto, esposa de Giancarlo Fantoni (59), sintió que ninguno de los bombones que comieron estaba perfecto.

Entonces se iluminó y le dijo a Jorge McKay (60), cuya familia por cien años construyó la marca de galletas y golosinas McKay y que le vendieron a Nestlé a fines de los ochenta, “tú deberías tener una chocolatería que sea inigualable, que nadie pueda entrar sin querer salir con alguno de sus productos, que sea fina y única”.


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Al día siguiente, Jorge y su amigo desde hace más de 35 años, Giancarlo Fantoni, visitaron las chocolaterías de la ciudad argentina. Ya de vuelta en Santiago, Jorge renunció a su empleo, estudió profundamente el mercado del cacao a nivel mundial y le presentó la idea de una chocolatería a Giancarlo -quien a su vez, invitó al proyecto a su hermano, Pablo (56)-. Así, poniendo en juego sus ahorros y créditos, con US$ 300 mil de capital, nació La Fête, que significa “la fiesta” en francés. El 50% de la empresa era de McKay y el otro 50%, de los Fantoni.

En julio de 2006 montaron una fábrica de 120 m2 en Quilicura con cinco trabajadores -hoy tienen una planta en esa misma comuna de 7 mil m2 y 450 colaboradores- y en octubre abrieron su primer local en Avenida La Dehesa. Año a año crecieron a tasas superiores al 20% y a fines de 2011 los dos grupos societarios le vendieron un 10% de la propiedad cada uno a los hermanos Jorge y Esteban Briseño, quienes entraron entonces con el 20% de las acciones.

La Fête, un negocio que hoy por hoy tiene 52 locales en Chile -tres de ellos solo para delivery- y que tiene la mitad de la participación del mercado del chocolate fino que en nuestro país mueve en torno a US$ 70 millones al año, anunció en vísperas a la reciente Navidad que llegó a acuerdo con la suiza Nestlé para su venta, operación cuyo monto se resguardó bajo siete llaves y que tiene que pasar por la aprobación de la Fiscalía Nacional Económica (FNE).

Esta es la historia de las familias protagonistas.

El hombre clave

Jorge McKay es el líder de La Fête, el corazón que empujó el proyecto y el socio que se hizo cargo del día a día. En conversación con Pulso Domingo, McKay confidencia que tienen la marca registrada en todo el mundo, confirma que “Nestlé compró la totalidad de la operación” y que él tomará el rol de director ejecutivo de la cadena.

La transacción, cuyas conversaciones se dieron durante 2020, fue una negociación directa con ejecutivos nacionales, regionales y mundiales de Nestlé.

Tras el acuerdo de compra por parte de la multinacional, el empresario local indica que “estamos muy contentos que una empresa chilena se abra al mundo. Es como cambiarle el diámetro al cardán de la bicicleta, porque ahora podremos pedalear mucho más rápido, con posibilidades de expandir la marca hacia afuera y profundizar en investigación y desarrollo. Es muy bonito que Nestlé, la fábrica de alimentos más grande del mundo, haya entrado al rubro de la chocolatería fina a través de una empresa chilena. Con ellos podremos profundizar la sustentabilidad, buscar cosas más exclusivas y con mayores atributos diferenciadores. Ya que la joyita está funcionando tan bien, hay que mantenerla y seguir invirtiendo para hacer cosas nuevas”.

¿Cuáles son sus planes después de esta venta? Jorge descarta de plano iniciar nuevos negocios en el corto plazo. Indica que “seguiré contribuyendo a La Fête y el tiempo que me quede quiero destinarlo a cosas sociales. Me gustaría contribuir en educación y en sacar a jóvenes de escasos recursos y con alto potencial para ayudarlos en sus estudios, para que se les abra el horizonte”. Agrega que “el empresario le puede cambiar mucho más la vida a la gente que un político. Nosotros hicimos una muy buena empresa y ahora que ocurrió lo de la venta y tendré más tiempo disponible, si puedo aportar para que el país sea mejor y salga más gente adelante, feliz. No hay que tenerle miedo a decir las cosas que se hacen. A veces somos demasiado pacatos y hay gente que ayuda y no dice nada porque temen al qué dirán. Tenemos que hacer más, porque hay mucha gente necesitada y que necesita un pequeño empujón para que les cambie la vida”, reflexiona.

Los que creyeron desde un inicio

Los hermanos Fantoni Salas son cinco hijos (Alejandro, Claudia, Giancarlo, Pablo y María Magdalena) de Arístide Fantoni (91), un migrante italiano que llegó en su juventud a Chile tras haber participado en la Segunda Guerra Mundial. De ahí en más se quedó en este país al sur del mundo, echó raíces e inició una mueblería, además de la Maderería Pucón en dicha zona.

Nunca gozaron de una situación muy acomodada, trabajaron desde muy jóvenes y no terminaron sus carreras, vieron cómo los dos emprendimientos familiares sufrieron la crisis económica de los ochenta. Es por eso que los hermanos construyeron la fortuna familiar sin herencias y pasaron varios años con negocios que no funcionaron, como la venta de muebles de terrazas.

Giancarlo y Pablo siempre han tenido una química especial y durante su vida han emprendido juntos en todos los negocios en partes iguales. Así es como iniciaron desde cero en los noventa la empresa de arriendos de bodegas Bodenor, y al poco andar sumaron de socios a los hermanos Briseño. En 1996 Alejandro, el hermano mayor, creó la empresa de barricas de vinos Tonelería Nacional, en la que también invierten Giancarlo y Pablo y que hoy por hoy tiene oficinas en Chile, Argentina, EE.UU., Italia y Sudáfrica, posicionándose así como una de las 10 principales firmas de este rubro en el orbe. Claudia y María Magdalena han hecho vida fuera del mundo de los negocios, aunque se mantienen como socias pasivas de ellos.

Ya con el negocio de bodegas creciendo, unos años más tarde los empresarios de raíces italianas se unieron con los hermanos Picó, dueños de Flexcenter, con quienes compraron un terreno en conjunto en 2005 para desarrollarlo cada uno por su lado. En 2013 llevaron la relación a una fusión definitiva y la empresa pasó a llamarse hasta la actualidad Bodenor Flexcenter, que hoy por hoy también tiene en la propiedad al fondo Independencia, es la segunda firma más importante del país en su rubro, con más de 750 mil m2 en desarrollos industriales en Santiago, Concepción y Puerto Montt, que tienen condominios de espacios modulares, centros de distribución y bodegas hechas a la medida para sus clientes, entre los que están Adidas, H&M, Kia y Unilever.

Con el pasar del tiempo, los Fantoni diversificaron sus inversiones en otros negocios, como La Fête desde su día uno y también algunos proyectos inmobiliarios. Por ejemplo, son socios de las inmobiliarias Banvic I y II, las que junto a otros socios como la constructora EBCO, las firmas financieras Banmerchant y el fondo Independencia, levantaron cuatro edificios residenciales en La Florida a cambio de una inversión total en torno a US$ 46 millones. Uno de esos edificios fue vendido por completo a un fondo de renta residencial de LarrainVial.

A la hora de dividirse sus labores, Giancarlo es el que ve la parte comercial y la relación con clientes, mientras que Pablo la construcción de las obras.

Giancarlo sufrió un cáncer hace 20 años. Desde ese momento junto a su familia reflexionaron profundamente sobre la vida y se abocaron a ayudar más a la sociedad. Así, el empresario lleva 15 años como director de la Fundación Alto Las Condes, que financia y ayuda a la administración del colegio San Esteban. Fuentes cercanas a él indican que tras la exitosa historia de La Fête, baraja la posibilidad de iniciar algún emprendimiento de impacto social junto a su familia.

Las mentes financieras

La historia empresarial de los Briseño se remonta a 1930, cuando el abuelo de los recientes accionistas de La Fête creó un laboratorio desde donde surge Cosméticos Bárbara Lee. Hace 25 años el padre de Jorge (66) y Esteban (64) le vendió el laboratorio a la multinacional Colgate y a partir de esa transacción, sus hijos comenzaron a trabajar aquel dinero en distintos negocios.

Quienes los conocen coinciden en que son una familia trabajadora, recta y que no tienen amigos en el mundo empresarial más allá de sus socios y de ciertos ejecutivos de empresas.

Jorge no concluyó su carrera y desde muy joven emprendió viaje a Brasil, donde trabajó en una fábrica que hacía envases plásticos para Coca Cola. Esteban estudió administración de empresas en Sangamon State University, EE.UU. Volvieron al mismo tiempo a Chile para hacerse cargo de la fábrica que dirigía su padre, quien les aconsejó que siempre tomaran todas las decisiones juntos y si llegaban a estar en desacuerdo, recurrieran a él. Eso nunca fue necesario, porque siempre las decisiones han sido de común acuerdo y si no lo hay, no toman las oportunidades. En tanto, la hermana de ambos, Ana María, tiene participación pasiva como accionista en las empresas, dado que se ha dedicado a negocios agrícolas en Requínoa.

El perfil empresarial de esta familia es comprar o hacerse socios de negocios que se estén iniciando para hacerlos crecer. Son reacios al endeudamiento. Tienen su oficina, BBS Investment, en Alonso de Córdova, donde hoy tiene la posta del día a día el hijo de Jorge, Cristóbal Briseño, ingeniero industrial con un MBA en la Universidad de Colorado Boulder.

BBS Investment funciona como una empresa de back office, donde le hacen el trabajo de contabilidad, cobranza y pagos de todas las empresas en las cuales participan en sus primeras etapas, hasta que ellas logren montar una estructura más robusta. En los directorios de su portafolio de empresas, como lo fue La Fête o lo son Bodenor y Tonelería Nacional, el rol de Jorge y Esteban está netamente centrado en la gestión financiera.

Los Briseño también son dueños de CGA Chile, una fábrica de pétalos de algodón de uso cosmético que además de abastecer con una participación relevante al mercado nacional, exportan productos a Brasil. También poseen la firma de iluminación Open Dark y, además, son socios locales de la empresa abierta en la bolsa de Nueva York de gestión, almacenaje y distribución de información, Iron Mountain.

Para saber cómo los Briseño llegaron a La Fête, hay que remontarse a cómo conocieron a los Fantoni y la historia es así. En el Laboratorio Bárbara Lee los Briseño se asociaron con una empresa norteamericana para iniciar la producción de artículos ligados al algodón, para lo cual compraron en conjunto maquinarias. El mismo día que éstas llegaron al puerto de Valparaíso, el padre de Jorge y Esteban les avisa que vendió el laboratorio a Colgate.

Ambos se cuestionaron qué hacer con las máquinas, lo que por un lado se solucionó rápidamente, porque los norteamericanos quisieron seguir adelante con el negocio en conjunto, pese a la venta del laboratorio. El problema era dónde dejar los aparatos. En ese momento, Jorge tiró una moneda al aire, la que decidió si caminaba a la izquierda o a la derecha en la Panamericana Norte para buscar sitios adecuados.

Luego de recorrer cuatro kilómetros, dio con un galpón que decía “se arrienda”. ¿Los dueños? Los hermanos Fantoni, quienes le arrendaban unos galpones. En ese momento partió la relación entre ambas familias. Luego los Fantoni les propusieron iniciar en conjunto un negocio de arriendo de bodegas, firmando un contrato hecho a mano en una hoja firmada por todos. La relación se consolidó y también entraron a la propiedad de otro naciente negocio de los Fantoni, Tonelería Nacional.

Si bien conocieron la idea de La Fête a través de los Fantoni desde sus inicios, fueron reacios a invertir al comienzo, dado que consideraron el tamaño de la empresa muy pequeño. Con el tiempo reconocieron que se equivocaron y pudieron invertir en ella finalmente a fines de 2011.

Lejos a quedarse quietos con este “exit”, quienes conocen a los Beriseño aseguran que seguirán buscando negocios nuevos, tal como lo han hecho recientemente invirtiendo en firmas como la startup Betterfly.