Si nos vamos a lo que dice la Real Academia Española, la definición de «bodegón» es simple: es el aumentativo de «bodega». Sin embargo, ya la célebre institución del habla hispana indica que con este término puede aludirse a un espacio que suele ser subterráneo, en el que los comensales disfrutan distintos tipos de alimentos.
Como recinto gastronómico, el bodegón en la Argentina habla de entrañables lugares en donde se come rico y abundante. Es que en nuestro país, los bodegones son establecimientos gastronómicos cuyas cartas deben cumplir dos requisitos: tener platos tradicionales y con precios accesibles.
En estos lugares no es esencial la sofisticación, el minimalismo o la elegancia, sino que su principal atractivo es la calidad de la comida, el calor de hogar, el espacio acogedor, que invita a la reunión con amigos o con la familia.
Este es el caso de El Gallego, un espacio que nació en Tunuyán y que se convirtió a lo largo de los años en un referente del departamento y de todo el Valle de Uco. No había persona que no recomendara parar en «El Gallego» y probar una de sus «inmaculadas» milanesas -así las calificaban-.
José Marín, el Gallego, fue quien nos recibió y quien nos contó con qué se encuentra cada comensal que se sienta en una de sus mesas. «Te lo resumo: las mejores milanesas, que se hacen hace más de 40 años. El Gallego original mi viejo, fue el que empezó todo esto», nos dice.
«Aquí hay calidez, buena atención, y una energía impresionante», aporta Fede Lama, socio de Marín, y sus palabras perfectamente pueden constatarse al ver la eficiencia de todos los chicos del staff y el excelente trato y cariño con el que reciben a todos los que van llegando.
«La carta entera es muy buena. La bandera nuestra, el furor son nuestras milanesas, no podemos negarlo. Las conocen por toda Mendoza. Pero por ejemplo, hay unas pastas que son para el desmayo: los sorrentinos de calabaza con roquefort y nuez, y las pastas con mariscos, son una maravilla», detalla el Gallego.
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